La antigua Coatlalpan, se localiza dentro del valle de Matamoros, espacio que actualmente ocupa gran parte del municipio de Izúcar (Iztocan). Durante la última etapa de ocupación prehispánica los pobladores locales, tuvieron un vínculo significativo con las provincias nahuas de la cuenca de México.
Dicha interacción se estableció con base en la subordinación y el pago de tributo por parte de los llamados coatlapanecas hacia la Triple Alianza, quienes, según las fuentes históricas del siglo XVI, describen que el sometimiento se dio entre los años 1431 y 1432, tanto por mexicas, como por texcocanos.
De este último grupo, sobresalen vasijas cuya característica más destacada es su alto nivel de pulimiento, así como la predilección por el rojo como color base. Por el contrario, el interior de la pieza, posee un tratamiento menos detallado, similar a los tipos diagnósticos de la región, donde el café oscuro se vincula con las lozas definidas como Epatlán.
La convergencia de dos tradiciones alfareras permite el surgimiento de un tipo cerámico particular y a su vez característico del Coatlalpan, el cual parece tener una difusión importante en zonas aledañas como la región Mixteca o el valle de Atlixco.
La pieza catalogada con el número 144, proveniente del suroeste de Puebla, considera un cajete trípode de paredes curvo convergente y borde redondeado. Los soportes son cilíndricos cónicos huecos, visibles en los faltantes en la pieza. La pasta es de tono café claro, mientras que el interior presenta una tonalidad más oscura, contrario al exterior donde un rojo intenso sobresale.
La decoración se logra por medio de líneas mixtas, que asemejan la forma de un gancho o greca colocadas de manera subsecuentes. La técnica implementada es el esgrafiado, cuya característica principal es el trazo posterior a la cocción de la vasija, situación que resulta en la irregularidad del diseño, tanto de forma como de altura. Esta anomalía no debe necesariamente, verse como una falta de destreza por parte de los alfareros, sino de lo complejo que resulta esbozar sobre una superficie sólida que, al poseer desgrasantes de diversos tamaños y en contacto con el objeto punzante, modifica o desvía el ornamento proyectado.
Al observar con detalle el cajete, el espectador podrá percatarse como en repetidas ocasiones las curvaturas de ciertas grecas se logran de manera precisa, aunque los tamaños fluctúan significativamente. No obstante, existen algunos ejemplos muy lejanos del motivo concebido inicialmente.
Más allá de las complejidades de la ornamentación propias del esgrafiado, el objetivo de sus creadores era resaltar las canaladuras que se encuentran en algunos calabazos, los cuales desde épocas muy tempranas funcionaron como recipientes e inspiraciones de las formas cerámicas mesoamericanas.
Estamos entonces ante una interpretación que los pobladores del Coatlalpan, y más específicamente sus alfareros, tienen de la vasija y el entorno que les rodea, ya que ostenta una representación esquemática en la decoración, que sin embargo, no se aparta de una intención naturalista que evoca a los frutos base de su consumo y dieta.