La variedad estilística dentro del corpus de las figuras de cerámica del Occidente es enorme. Cada zona y seguramente cada señorío del área occidental desarrolló su propio estilo en cerámica, como si se tratara de un distintivo étnico. Los procedimientos de abstracción son muy diversos, de tal suerte que las figuras, siempre moderadamente naturalistas, exhiben las diferentes preferencias de sus artistas: unas son rectilíneas, otras tienden a la caricaturización –con grandes narices, o brazos alargados, o formas redondeadas o elefantinas-, y esto ocurre lo mismo en figuritas antropomorfas de cuerpo completo que en máscaras.
La simplificación de los rasgos de expresión en esta máscara de cerámica es muy llamativa. Los ojos y la boca se realizan con pliegues muy sencillos que quedan unidos por una franja vertical que forma la nariz. Tanto la nariz como las orejas han sido ejecutados de forma esquemática, lo cual contribuye a dar un efecto de caricaturización. Algo similar ocurre con el efecto producido por la colocación de las orejas, como saliendo a la altura de los cachetes, y por el hecho de que queden muy abajo en comparación con la gran altura de la frente.
Las máscaras funerarias fueron frecuentes en Mesoamérica, pero no aparecen siempre. Hay culturas que utilizaron máscaras exclusivamente para los personajes de más alto rango, como los olmecas. En Teotihuacán se emplearon para destacar la jerarquía de los jefes de barrio en relación con el resto, y también para algunos personajes de la clase noble. En la cuenca del Balsas medio y en el Occidente en general las máscaras funerarias fueron tan comunes que es probable que hayan sido utilizadas para individuos de diversos oficios y niveles sociales y no exclusivamente para nobles y dignatarios. En el Occidente se usaron tanto máscaras de barro como máscaras de piedra, pero la abundancia de arcillas y el esplendor del arte cerámico favorecieron claramente la realización de máscaras de barro, como la que nos ocupa.
A diferencia de la función que normalmente tienen las máscaras festivas y ceremoniales, que es la de disfrazar o dotar de otra identidad a una persona, las máscaras funerarias tienen la finalidad de representar a la persona misma. Esto es lógico si pensamos que se trata de cuerpos en descomposición y en ocasiones de bultos de cenizas. El verdadero rostro no está o no estará ya, y la máscara lo reemplaza, de manera que el individuo no pierda su identidad en esa morada temporal que es la tumba, de la cual partirá al mundo de los muertos y en la cual dejará los últimos restos de las sustancias anímicas que le dieron vida.