Una reflexión sobre la relación entre el agua y la piedra. Al integrar un material como el plomo, frecuente en la trayectoria de Krauze, hace un guiño al registro de la historia, ya que permite conservar la memoria de su interacción con el agua a través de las marcas que ésta deja en el mismo: metáfora y analogía del sitio y su historia, de aquel pasado marino que ha dejado huellas.
En recipientes de plomo llenos de agua, Krauze integra pedacería pétrea que resulta de los cortes con maquinaria. Estos elementos irregulares se convierten en islotes que asemejan formaciones y paisajes urbanos en entornos acuáticos. Como remate de estos paisajes aéreos, Krauze nos presenta placas de piedra sin intervenir, recargadas, presentadas tal cual se almacenan, en su forma más simple, proponiendo al espectador una relación contemplativa donde se revelan formaciones de paisajes y memoria de largos procesos geológicos.