El arte de la cultura de la tumbas de tiro testimonia un culto a las cabezas trofeo en esta sociedad del Occidente mesoamericano. Consisten en cabezas humanas decapitadas de quienes se supone eran enemigos; se les ve como esculturas exentas, la que ahora nos ocupa es un ejemplo sobresaliente. Igualmente las cargan a los lados del torso figuras masculinas que acercan un recipiente a su boca –conocidos como “bebedores”-; o las toman con una mano figuras masculinas sentadas que en la otra mano a veces llevan un pequeño plato; y en algunas vasijas sobresalen varias cabezas adheridas al cuerpo del recipiente. De manera menos evidente, es posible vincularlas con esculturas de individuos que agarran por el cabello a otro dispuesto en “cuatro patas”, al que le acercan un cuchillo o hacha como si estuvieran a punto de degollarlos.
En algunos sitios, como Tabachines, en Villa Álvarez, Colima, los arqueólogos han encontrado en entierros cráneos humanos exentos. En las imágenes de hombres que sostienen platos sin acercarlos a la boca se sugiere que su contenido fue la sangre de las cabezas decapitadas; en alguna figuración la cabeza está perforada en la cima y por tanto en sí misma es una vasija; líneas más adelante se describe esta cualidad en la cabeza que atendemos. En tanto, los “bebedores” claramente realizan una ingestión ceremonial, tal vez para alterar la conciencia y establecer comunicación con lo divino; una protuberancia cónica en el tocado que portan les confiere un carácter sacerdotal y quizás las cabezas sean botines de actos bélicos que ellos mismos realizaran.
Las cabezas trofeos parecen vincularse con el consumo ritual de bebidas y la guerra; la que vemos muestra un tocado llamativo similar a los que usan los “bebedores” y otras figuras del estilo Comala que pueden identificarse como personajes de élite con funciones religiosas. El tocado consta de una banda larga que da varias vueltas, pasa por detrás de la cabeza y bajo la barbilla, mientras que por arriba sostiene una proyección tubular larga que funciona como vertedera y dado que la escultura es un volumen hueco, constituye un recipiente; tal configuración como vasija escultórica es característica del estilo Comala.
Otro rasgo que pudiera referir el estatus alto del individuo decapitado son los discos que adornan las orejas. Para terminar, conviene destacar el rictus de muerte que el artista plasmó con un sentido realista: el rostro tiene la boca entreabierta, con los dientes marcados individualmente, y en medio se ve la lengua de fuera, lo que probablemente indique fallecimiento por asfixia; los ojos parecen cerrados. La figuración exenta de la cabeza es una clara alusión a su separación del cuerpo por medio de la decapitación.
La materialización en una imagen cerámica de un ritual que implica la apropiación de una parte fundamental de otra persona, tal vez un enemigo, perpetúa su carácter de cabeza trofeo; una cabeza natural, a menos que se sometiera a cierto tratamiento, se convertiría en un cráneo. En cambio, en la imagen artística conserva un rostro, ostenta su identidad.