Representa un anciano de elevada jerarquía social; su manera de sentarse pudiera ser una de las convenciones para figurar a hombres de alto rango; ostenta un notable carácter ritual: la actitud es de profunda introspección, se percibe un estatismo activo que remite a un estado de meditación; a ello se suma el pequeño recipiente que sostiene en su mano derecha y que alude a la ingestión de sustancias, seguramente en una esfera religiosa, por lo que es posible que el anciano tuviera funciones sacerdotales, además de otras del orden político o social.
A pesar de que se ignora su procedencia específica, puedo asegurar que formaba parte del ajuar que acompañó un entierro humano depositado en un recinto arquitectónico subterráneo denominado tumba de tiro. Debido a que en la cosmovisión mesoamericana la muerte física no significaba un fin definitivo, sino que la existencia humana continuaba, es oportuno considerar que la imagen tuvo entre sus funciones la perpetuación de la vitalidad de un individuo específico al cual fue dedicada y cuyas características retrató de algún modo; desde luego, tales afanes de perpetuidad acentúan el sentido religioso de la escultura.
Por sus características formales se sabe que proviene del actual suroeste de Nayarit, en particular de la zona donde se ubica el municipio de San Pedro Lagunillas, nombre del estilo regional al que pertenece, más conocido como “chinesco” por la tonalidad amarillenta de las piezas, los ojos alargados y las posiciones corporales introspectivas. Dentro de esta modalidad estilística, la pieza se inscribe en la variante llamada E; en el estilo Lagunillas se distinguen seis variantes, varias están representadas en el acervo del Museo Amparo y son una muestra de la abundancia de escuelas regionales o zonales, así como de la calidad y compleja diversidad del arte cerámico de la cultura de tumbas de tiro.
Su configuración es realista; las proporciones generales se apegan a las anatómicas, excepto por las manos y los pies que se ven reducidos, aunque cabe notar que presentan dedos y mantienen la intencionalidad mimética; el tratamiento cromático contribuye por igual al realismo; la base es un engobe de color crema con ciertos matices ocres que imita el tono de una piel que se exhibe casi toda desnuda. El cabello en la cabeza cubre las orejas y está trazado con múltiples incisiones lineales; el resto de la superficie de la pieza fue sometido a un fino bruñido que le confirió una apariencia lustrosa.
El modelado de las formas corporales es minucioso, sutilmente natural; resulta notable en los leves abultamientos en la zona de las cejas, los párpados, las mejillas y los pectorales, así como en el ombligo pequeño, las piernas torneadas y la ligera curva de la espalda seguida por un pronunciado arqueamiento en el cuello que proyecta la cabeza hacia el frente y genera una postura encorvada; la prominencia del abdomen corresponde justamente a la posición sentada de un anciano encorvado. En la vista de perfil también es notoria la deformación craneana tabular oblicua, con seguridad un atributo de alto estatus social, al igual que la nariguera de argolla, el tocado de banda y los orificios en las orejas en los que se pudieron colgar ornamentos.
El rostro y los brazos tienen decoración pictórica, sin embargo la del lado derecho de la figura se ha desvanecido casi toda. En la mejilla izquierda destaca un motivo pintado en rojo y negro semejante a una flor con ocho pétalos de largo distinto; en la mitad superior de la nariz y parte del lado derecho de la cara alcanza a advertirse una mancha oscura que remite a pintura en negro fugitivo. La decoración de los brazos consiste en dos grupos de tres líneas largas que se cruzan y bandas con formas triangulares, aparentemente se pintaron en falso negativo y el color es negro; al igual que el cuello, a excepción de lo que parece una gargantilla lineal roja de la que penden dos pequeñas “X”.
La breve prenda que viste tiene el mismo color: cubre la zona genital y el resto son tiras muy delgadas que rodean la cadera, una de estas líneas pasa verticalmente en medio de las nalgas. Uno de los rasgos más peculiares de la figura es su cabellera larga, recogida como una cola que resalta como un volumen liso a lo largo de la columna vertebral y que da la impresión de que se trata de pelo pintado, en este caso de rojo. Finalmente, en el rostro del anciano sobresale una barba corta y cónica negra.
En especial me permito llevar la atención a los dos pares de incisiones lineales verticales que se distinguen en sus mejillas, a la altura de la boca. En mi opinión aluden a un ritual de auto sacrificio que consiste en perforarse con una lanza y pudo tener gran relevancia entre las comunidades antiguas de Nayarit. Acorde con ello, aparece con frecuencia en las imágenes humanas individuales y además fue plasmado el momento mismo del ritual: algunas esculturas figuran hombres y mujeres alineados, con la boca abierta y el rostro atravesado con una sola lanza; por el número de incisiones que ostenta nuestra obra, cabe pensar que se trató de un ritual reiterativo.