Este tipo de cajete, de base plana, sin redondez alguna y de paredes bajas, ligeramente inclinadas hacia afuera, fue un invento, como tantos otros, del periodo que conocemos como Preclásico medio. Lo tuvieron las zonas que participaron del fenómeno cultural y estilístico que denominamos olmeca. El tipo se ha encontrado en yacimientos del Golfo de México, concretamente en San Lorenzo, y en asentamientos de la cuenca del Balsas y el valle de México. Fue especialmente frecuente en Tlatilco y Tlapacoya.
El material y el acabado nos hacen preferir Tlatilco como sitio de elaboración de este cajete, a pesar de las similitudes que presenta con ejemplares de otras localidades. En las partes fracturadas puede apreciarse un barro de color grisáceo, que vemos repetidamente en piezas de Tlatilco. También el uso del color negro en la decoración de la superficie es más común en Tlatilco. De hecho, lo que tenemos en esta pieza es la combinación de dos engobes bastante firmes, que sellan y cubren por completo la apariencia porosa del barro. Esto lo hemos visto en muchas piezas de Tlatilco, que para algunos es un gran laboratorio de cerámica, lleno de inventiva.
En este cajete se advierte el uso de un engobe rojo, casi naranja, y otro negro. Es peculiar de esta pieza el hecho de que no hay una superposición plena de los engobes, que normalmente vemos en la cerámica de su tipo. Hay áreas de negro en las que no hubo engobe rojo, y áreas de engobe exclusivamente rojo. En algunas zonas en las que ambos colores limitan se produce un efecto de mancha o mezcla.
La pieza fue esgrafiada después de la aplicación de los engobes y antes de su cocción. Además del esgrafiado se hicieron algunas punciones. Las incisiones lineales produjeron un diseño de volutas, en forma de S, y algunas muy semejantes ya a las vírgulas de esencia o sonido que veremos en el periodo Clásico.
Tal sistema de vírgulas ya se aprecia en representaciones de varios sitios de la etapa olmeca, aunque no pertenece al repertorio dominante de la iconografía olmeca y lo veremos más plenamente desarrollado en el Clásico. Normalmente, sobre todo cuando las vírgulas adoptan la forma de bastones, asociaríamos la representación con la noción de humo, que está estrechamente ligada a la ofrenda. Es verdad que en este caso no se trata de un brasero. Sin duda debió ser un plato de ofrenda, pero no sabemos qué tipo de bien sacrificial se colocó en su interior, y si había sido previamente quemado. Significativamente, el interior del cuenco o cajete fue coloreado con el engobe de color negro.