Hacia el año 500 a.C., las sociedades olmecas experimentaron un declive gradual, dejando espacio para el surgimiento de comunidades locales más poderosas. Estas aldeas comenzaron a desarrollar su propia identidad y a producir piezas que, si bien mantenían rasgos similares, empezaron a mostrar diferencias progresivas entre ellas.
En el centro de México, la aldea de Cuicuilco desempeñó un papel destacado y experimentó un crecimiento demográfico significativo, dando inicio a un fenómeno proto urbano. Esta emergente ciudad estableció contactos con otras regiones, como Monte Albán y Chupícuaro, lo cual se refleja en algunas de sus representaciones artísticas que exhiben elementos similares a los encontrados en dichos lugares.
La pieza 724 de la colección del Museo Amparo presenta una cabeza de una figurilla sólida, realizada con la técnica del pastillaje y con una superficie alisada. El cambio de color del barro, de un tono crema a una tonalidad anaranjada, se debe a la cocción que experimentó durante su elaboración. La pieza muestra una fractura en el cuello, lo que dificulta determinar la posición exacta de su cuerpo.
La cabeza de la pieza 724 presenta una forma ovalada y posiblemente representa una deformación craneana anular o circular. Los rasgos faciales están elaborados mediante el pastillaje, una técnica que utiliza pequeñas tiras de barro para crear texturas y detalles. Los ojos y la boca se representan utilizando el recurso del "grano de café", es decir, se colocan óvalos con una línea incisa en el centro. Los ojos se colocan verticalmente, mientras que la boca se representa de forma horizontal. En el centro de la cabeza se encuentra una nariz de forma ovalada que llega hasta los labios. Encima de los ojos se distinguen dos tiras de barro a manera de cejas, inclinadas hacia la nariz.
A los lados de la cabeza se encuentran dos orejeras circulares con un orificio en el centro. En la parte superior de la cabeza, se distingue un tocado que se diferencia del rostro por una forma de V pronunciada. Las líneas del tocado inician en las orejeras y se unen en el centro, creando un diseño visualmente llamativo. El tocado se compone de una banda más amplia en la parte inferior, que luego se divide en cuatro pequeñas tiras. Estas tiras se doblan hacia la derecha en forma de circunferencia y luego vuelven hacia la cabeza, atravesándola horizontalmente. Cada tira termina en un remate formado por tres esferas. Para asegurar estas tiras, se utilizan pequeñas bandas de barro. Una de ellas se coloca verticalmente en el inicio de la curvatura, otra se coloca horizontalmente en el extremo distal de la circunferencia, y la última está colocada verticalmente en el centro de la cabeza, cerca del final del tocado. Además, una de las tiras de barro se desprende del penúltimo amarre y cae por el lado izquierdo de la cabeza, terminando también en una pequeña esfera.
El cuello de la cabeza muestra un grosor notable y sus paredes se curvan de forma divergente, indicando la transición entre la cabeza y el cuerpo de la figurilla. Desafortunadamente, la pieza ha sufrido una fractura, lo que dificulta determinar cómo era la figura completa. En la parte posterior de la cabeza, la textura alisada se vuelve más áspera, revelando las huellas de las digitaciones del alfarero y las distintas piezas de arcilla que se utilizaron en su construcción.
El elaborado tocado de la cabeza recuerda el peinado utilizado por los sacerdotes en el período Posclásico. Los sacerdotes encargados de atender los templos llevaban el cabello enmarañado, adornado y untado con sangre y ule, una resina vegetal sagrada. Este tipo de peinado se conocía en náhuatl como "papatli". Aunque exista un traslape temporal entre el período al que pertenecen estas figurillas y el posclásico, es posible que representen un concepto similar relacionado con el peinado y su importancia ritual.