La música destaca en el repertorio iconográfico del arte cerámico de la cultura de las tumbas de tiro; se encuentran instrumentos diversos que se figuraron como objetos aislados y algunos, en efecto, funcionaron como tales. Se trata de un tema exclusivamente vinculado con las figuras masculinas, quienes portan o tocan sonajas, bastones-sonajas y raspadores (huesos o astas con esgrafiados transversales), percuten caparazones de tortuga, conchas de caracol y tambores del tipo vertical y horizontal, soplan trompetas de caracol y tocan flautas de tipos variados, como es el caso de la escultura que vemos, con una flauta simple.
Es factible advertir el carácter ritual de esta imagen de origen funerario, si bien, no se sabe si representa a un individuo que en vida fue músico o evoca los sonidos que acompañarían, a la perpetuidad, a uno o varios difuntos en su morada inframundana. En otros estilos de la misma escultura cerámica se plasmaron grupos de individuos que tocan instrumentos musicales y sobre plataformas se modelaron escenas con músicos rodeados de mujeres y hombres que danzan, ciertos recipientes tienen soportes que a la vez son sonajas y es probable que se hayan creado vasijas silbadoras.
Este músico porta las orejeras que en particular distinguen al estilo San Juanito, compuestas por tiras horizontales que sostienen hileras de formas verticales parecidas a plumas. Es una pieza típica de la variante B de dicho estilo, dado que presenta la cabeza con acentuada deformación tabular erecta, la nariz muy larga y delgada, y los ojos y la boca figurados como punzonaduras horizontales. El rostro y la nariz alargada, la cara aplanada, los ojos pegados a la nariz y la prominencia de ésta le confieren una apariencia caricaturesca; para apreciarla conviene verla también de perfil. El tocado es sobresaliente, sin duda fue un atributo cultural de enorme importancia, al igual que la deformación del cráneo, de ahí el tamaño descomunal de la cabeza, consta de una especie de gorro con bandas dobles cruzadas y sobrepuestas; atrás de las orejeras se extienden dos mechones largos de cabello que llegan al pecho.
Las protuberancias en los hombros remiten a escarificaciones que, a mi juicio, replican el relieve de la corteza del pochote o la ceiba; las mismas protuberancias decoran la flauta. Porta numerosos brazaletes que pudieran imitar aros de concha y viste un máxtlatl bicolor figurado en relieve. El modelado de los detalles continúa en la parte posterior, dado que está concebida como una escultura plenamente tridimensional.
Llama la atención su tratamiento pictórico, no es común que la pintura aplicada sobre el engobe se vea en tan buen estado, sobre todo la negra; con este color fueron delineados los ojos; la mitad inferior de las piernas está pintada de rojo liso y una línea negra en el borde superior; no se sabe si es pintura corporal o indumentaria. El negro y rojo sobre crema son característicos del destacado estilo Ameca-Etzatlán y junto con otros rasgos permiten incluir al estilo San Juanito en su área de influencia, así como su procedencia en los alrededores del volcán de Tequila; el municipio de San Juanito de Escobedo se localiza en el lado oeste de la cuenca del lago Magdalena; estas piezas también se han encontrado en tumbas de tiro y fosas de la zona de Ixtlán del Río. El estilo San Juanito se advierte sólo en esculturas femeninas y masculinas hechas en volúmenes huecos de tamaño medio; no hay evidencias de que animales y vegetales fueran figurados en esta categoría estilística; tengo la impresión de que su producción fue limitada.