Esta pieza pertenece al conjunto cerámico de las tumbas de tiro. En esas criptas excavadas en el suelo endurecido que llamamos tepetate, típico de zonas volcánicas, se han encontrado algunas de las obras más llamativas y sorprendentes del arte de la alfarería en Mesoamérica. Desgraciadamente la gran mayoría de las piezas de la tradición de las tumbas de tiro no han sido extraídas en excavaciones arqueológicas y por lo tanto no conocemos su ubicación exacta ni el arreglo que tenían en las tumbas.
La cerámica procedente de tales contextos funerarios incluye vasijas, esculturas zoomorfas y antropomorfas, y también piezas como ésta, mixtas, que son al mismo tiempo vasijas y representaciones de personas o animales. En la vertiente estilística que suele denominarse Comala las figuras se realizan con un naturalismo acotado; es decir, no hay un grado de abstracción que suprima elementos fundamentales de las anatomías; las formas están presentes pero ligeramente redondeadas, con algunos estereotipos caricaturescos aunque no cómicos. La expresión naturalismo redondeado describe bien muchas expresiones del estilo.
Entre las figuras que encontramos en esa tradición, una común es la de la serpiente. Hay esculturas en cerámica con forma de serpiente (como la pieza 52 22 MA FA 57PJ 1152 de esta colección) y vasijas con la misma forma (como la 52 22 MA FA 57PJ 1151, también de esta colección). Debemos suponer que nuestra vasija-serpiente fue utilizada para contener un líquido, y es posible que haya tenido algún uso ceremonial. La serpiente es muy importante en la mitología mesoamericana y se asocia a los ciclos agrícolas y a nociones como la fecundación de la tierra. Independientemente de su uso original, la vasija fue colocada en una cripta funeraria junto a otras figuras y vasijas.
En su proceso de elaboración, la vasija fue cubierta por dos capas de engobe. No estamos seguros de si ambos engobes cubrieron totalmente la pieza, uno detrás de otro, pero es claro que, al menos en algunas áreas, sí se superponen. También se advierte que el engobe cubrió parte del interior de la vasija, como si se hubiera aplicado no con una brocha sino probablemente por inmersión. Una vez seco el engobe y antes de la cocción, se decoró el cuerpo de la serpiente por medio de incisiones lineales, una suerte de esgrafiado: se formó una retícula en la cola, para sugerir un crótalo, y otra sobre la cabeza, como indicando las escamas. El resto del cuerpo se cubrió con grupos de puntillazos, entre diez y quince más o menos, formando como manchas de textura.