En el arte escultórico de la cultura de tumbas de tiro existe un amplio repertorio de posiciones corporales cuya acusada reiteración me lleva a pensar que se trata de convenciones para expresar determinados conceptos; un par de ellas están plasmadas en estas dos figuras masculinas; en un conjunto amplio de piezas es posible detectar algunas variaciones, pero siempre se asocian con una actitud introspectiva. Desde una interpretación actual cada una de las obras pudiera titularse “el pensador”, sin embargo, desconocemos lo que significó para este pueblo del Occidente mesoamericano la imagen de un individuo sentado, con el torso y la cabeza inclinados hacia delante, con una pierna doblada hacia atrás y la otra con la planta sobre el suelo y la rodilla elevada, sobre la que el individuo apoya las manos; o con ambas rodillas elevadas y sobre ellas los brazos entrecruzados.
Para aproximarnos a sus significaciones originales deben considerarse los contextos funerarios, dado que seguramente las piezas provienen de tumbas de tiro y cámara, en donde pudieron cumplir funciones diversas, las cuales, en este ámbito mortuorio y a la vez de perpetuidad de la existencia, corresponden a la esfera de lo religioso. Dentro del estilo Lagunillas, las esculturas se ubican en la subvariante “B”, entre cuyos rasgos están la ausencia de frente y la base cóncava del cuerpo.
Al margen de la descripción previa, una característica principal de este estilo artístico es la apariencia introspectiva de las figuras humanas, ya que se modelaron posiciones notablemente estáticas y apacibles, siempre con los ojos cerrados o entrecerrados. En nuestras obras, el tratamiento sobrio de los volúmenes y del color acentúa el carácter “reflexivo” de cada individuo: en la superficie roja y bruñida del cuerpo unas cuantas líneas blancas pintadas con sutileza trazan un escueto braguero, las uñas de las manos, un par de brazaletes y las costillas en la espalda; el cabello, marcado con incisiones, también fue pintado de blanco, lo mismo que la nariguera para indicar un ornamento de concha.
Las soluciones a los volúmenes corporales son variadas; la parte inferior fue simplificada al grado de que en la primera pieza, la pierna flexionada hacia atrás apenas está sugerida, mientras que la espalda fue modelada con detalle y sobre todo, corrección anatómica: desde la vista posterior resalta la columna vertebral y se aprecia el hombro izquierdo más levantado, en correspondencia con la elevación frontal del brazo. Cabe subrayar que esta producción escultórica del Occidente mesoamericano es plenamente tridimensional y para su mayor entendimiento las piezas deben observarse desde los distintos ángulos. Las vistas de perfil y posterior permiten identificar figuras encorvadas, no con joroba; en varias de las modalidades estilísticas regionales de la cultura de tumbas de tiro, tal rasgo en individuos sedentes puede ser el atributo principal de vejez y con base en ello las interpreto como ancianos.
El cuerpo humano, en este mismo contexto, fue tratado con extraordinaria complejidad e incluye distintos rangos de edad y complexiones. En este caso, no resulta inmediata la identificación de los viejos, pues pocas veces se ven con arrugas o desdentados. La exposición de la estructura ósea del torso sobre todo es conocida en esculturas del estilo Ixtlán del Río, también originario del sur nayarita actual, si bien destaca mediante el modelado y como síntoma patológico, mientras que en nuestra pieza Lagunillas las costillas pintadas enfatizan el arqueamiento de la espalda. Aún así, este peculiar rasgo común permite identificar enlaces entre diversas escuelas de escultores, sean vecinas o distantes.