Entre las formas cerámicas más conocidas del Occidente de México, desarrollada en la época prehispánica, se encuentran aquellas que representan la fauna cotidiana de la región. De la gran variedad de piezas existentes, los perros han llamado particularmente la atención, en buena medida debido a su trabajo meticuloso, ya que son recubiertas con un engobe rojo y cuidadosamente pulidas hasta alcanzar casi un acabado bruñido.
Además de estas piezas se desarrolló otra tradición donde las formas fueron elaboradas con una arcilla amarilla clara. Con ella se crearon distintos tipos de figurillas, algunas representaban a personas con sus atuendos típicos y otras más la fauna que los rodeaba. Estas últimas resaltan por su sencillez y simpleza. Por lo general se representan un cuadrúpedo, el cuerpo es un prisma cilíndrico. En la parte frontal y posterior, salen dos conos a manera de patas. Un pequeño cono simula la cola en la sección trasera, mientras que en la parte frontal se encuentra un prisma cilíndrico con una esfera que simula el cuello y la cabeza. Esta parte del cuerpo guarda la misma sencillez, distinguiéndose dos grandes ojos que son elaborados con dos círculos con un orificio en el centro; mientras que las orejas son dos triángulos con la punta proyectada hacia arriba. El acabado de las piezas es alisado y carecen de engobe, dejándose el color natural de la arcilla.
Las cuatro piezas contenidas en el número de catálogo 467 de la colección del Museo Amparo, corresponden a piezas elaboradas en la región de Colima en el Preclásico tardío. Las cuatro piezas poseen la misma forma del cuerpo antes enunciada, pero, en la cabeza, se distingue un detalle que nos permite identificar el tipo de animal que se representó.
En el caso de la pieza 467a se representó un cuadrúpedo con el cuerpo esquemático. La cabeza, a pesar de la sencillez, presenta un hocico alargado, una forma circular por debajo del cuello y de la sección superior de la cabeza surgen dos grandes triángulos a cada lado. Estos detalles simulan una gran cornamenta y un espeso pelaje alrededor del cuello, elementos característicos del Wapiti, venado de gran tamaño que se parece al alce y que tiene su hábitat en el norte de México.
Por otro lado, las piezas 467b y 467c tiene rasgos en común. Además de la sencillez del cuerpo, los dos poseen un hocico más pequeño, las orejas se proyectan hacia atrás y la boca, en lugar de dirigirse hacia enfrente, se proyecta hacia arriba. Esta posición, característica de los cánidos, lleva a suponer que el animal que se representó fue un perro o posiblemente un lobo, en el momento de aullar.
En cambio, la pieza 467d sigue las líneas generales anteriormente trazadas, pero en ella se distinguen dos cosas: una exagerada curvatura del cuerpo y unas llamativas orejas puntiagudas. Ambos elementos llevan a pensar que se trata de una representación de un felino, posiblemente, por la importancia de los anteriores animales, se trate de un jaguar o de un puma.
Por último, la pieza 453 de la colección del Museo Amparo tiene un gran parecido con las anteriores obras, aunque variia en la posición del cuerpo. Esta figurilla representa a un cuadrúpedo echado. El cuerpo del animal y las extremidades se asientan completamente en la superficie, formando una “C”, contorno que se bifurca en los extremos para simular las patas. En la parte trasera se colocó un cono para representar la cola, mientras que en la sección frontal se puso una forma oblonga. Con una oquedad lineal se marca la boca, los ojos son dos círculos con un orificio en el centro y las orejas son otros dos conos, con lo cual se figura al animal aullando echado.
Cabe destacar que estas figurillas son encontradas normalmente en las tumbas como una ofrenda al difunto y generalmente se han interpretado como la representación del nahual de la persona. Por tanto, podríamos estar ante la efigie de nahuales poderosísimos, como es el caso del Wapiti, el lobo y el puma/jaguar, entidades que solo ostentaban las personas de alto rango o con un gran poder.