Entre las piezas más comunes y llamativas que se encuentran en los registros arqueológicos se encuentran las figurillas. Ellas, por lo general, tienen algún rasgo distintivo: la forma del cuerpo, la manera en la cual se marcan los rasgos del rostro, la vestimenta que llevan, la manera de elaborarse o la decoración de la arcilla, los cuales nos permiten vincular una pieza con una cultura determinada. Pero, existen piezas que, debido a sus generalidades, al pequeño fragmento que queda de ellas o a lo general de los rasgos, resulta todo un reto definir su identidad.
Este es el caso de las piezas 1631, 1667 y 1668 de la Colección del Museo Amparo. Las tres corresponden al fragmento de una cabeza de una figurilla hueca elaborada con molde. Tienen una forma rectangular y se caracterizan por tener los ojos almendrados remarcados con un ligero reborde, una nariz prominente, la boca entreabierta con las comisuras de los labios marcadas, el arco de cupido del labio superior muy evidentes, dos grandes orejeras circulares a cada lado y un cabello que parte horizontalmente en grandes bandas del centro y que, después de doblarse en un ángulo de 90 grados, continua de forma vertical., creándose un “U” invertida en el cabello.
La pieza 1631 es la más erosionada de las tres. En ellas apenas se alcanza a distinguir el cabello con unas tenues líneas incisas. Los ojos tienen incisiones que los delimitan; pero, la nariz y la boca están muy erosionados, distinguiéndose apenas las comisuras hacia abajo y el desplante de la nariz. Por su parte las orejeras tienen marcas de desgaste en los extremos, lo cual indica el fuerte uso que tuvo la pieza. Además, posee concreciones de cal en toda la superficie, lo cual puede indicar que la pieza fue recuperada de un basurero prehispánico.
El mejor ejemplo de este tipo de piezas se encuentra en la figurilla 1667. Ella, aunque posee un evidente desgaste en el pelo y tiene pequeñas perdidas en la nariz y las orejeras, nos da una clara idea del aspecto que debían de tener estas piezas. Los ojos se encuentran delimitados por pequeñas bandas que sobresalen y sobre ellos se encuentran dos salientes a manera de cejas. La nariz es prominente y, como se ha comentado, tiene la boca entreabierta, con las comisuras hacia abajo y con el arco de cupido del labio superior muy marcado. La boca entreabierta deja ver tres dientes delimitados con pequeñas líneas incisas y, a los lados de la boca, se muestra dos cruces realzadas en las mejillas. AL igual que la otra pieza posee grandes orejeras circulares a la altura de la boca.
Por último, la pieza 1668 mantienen en general las mismas características. El pelo se marca con grandes bandas, tiene dos orejeras circulares, los ojos son delimitados por tiras salientes y la boca se representa entreabierta, con las comisuras hacia abajo y con el arco de cupido remarcado. De esta pieza llama la atención tres cosas. Que se encuentra fracturada en tres partes, que carecemos de la parte posterior de la pieza y, por último, su sencillo tocado, compuesto por tres bandas con un flequillo en la parte superior e inferior.
Estas figurillas, con rostros expresivos, sobre todo en la boca, se han encontrado en la zona maya, en específico en la región de Jonuta (Tabasco). Las piezas encontradas ahí servían como sonajas, al estar huecas y poseer una pequeña esfera de barro en su interior. Por tanto, las piezas 1631, 1667 y 1668 de la Colección del Museo Amparo probablemente provengan de esta región y hayan sido una parte de una figurilla que servía como sonaja.