Los collares eran comunes en Mesoamérica. Todas las personas portaban un adorno alrededor del cuello, algunos eran sencillos, embelleciendo de manera simple el cordel; mientras que otros tenían piezas colgando de una gran fastuosidad. Los materiales que se empleaban también eran variados. El material más usual era la obsidiana, con el cual se hacían cuentas con la forma de pato que se hallan frecuentemente en las excavaciones. Es de notar que estos objetos de obsidiana implicaban un cierto estatus social, ya que muchas veces se buscaban imitarlos, elaborándolos con un material más barato como la cerámica. Para que el barro simulara la obsidiana, las piezas se pintaban de negro, adquiriendo un gran parecido entre los materiales. Este proceso se puede apreciar en la pieza… de la colección del Museo Amparo.
Además, el hueso también era empleado en estos objetos. Su empleo se puede rastrear desde el norte de México hasta el área maya. Asimismo, la concha también era utilizada para crear pendientes. En las excavaciones del Templo Mayor se han recuperado maravillosos ejemplos de pendientes con forma de aves realizados a partir de conchas spondylus, lo cual hace que la pieza adquiera un color blanco y rojo.
Estos materiales, aunque eran muy solicitados, adquirían un papel secundario si lo comparamos con el jade, principal material empleado para las cuentas y los pendientes. Este material era tan importante que las cuentas de jade, los chalchihuites, comenzaron a simbolizar lo preciosos y lo divino, asimismo, los gobernantes se hacían enterrar con vistosos atuendos de jade, como ocurrió con Pakal en Palenque, y en los códices, la representación de los collares de cuentas azules es primordial. Todo esto hizo que el jade fuera el material preferido para los elementos que componían los collares.
El caso de la pieza 1592 de la Colección del Museo Amparo, consiste en una cuenta tubular de jade, la cual, presenta en su extremo distal una garra de un ave. El dedo trasero se labró de una manera cónica, con una curvatura hacia abajo; mientras que los dedos interno, medio y externo de la pata se labraron en sentido contrario. El pendiente posee una perforación a lo largo de la pieza, mientras que en el extremo proximal otra perforación atraviesa el pendiente, lo cual nos indica que se utilizaba como un adorno, a pesar de que su forma tiene fuertes vínculos con los bezotes.
Este objeto nos ayuda a imaginarnos la parafernalia que portaban los dirigentes de este momento. Esta pieza debió pertenecer a un collar con cuentas de jade que tenía más pendientes. El collar se acompañaba de orejeras, bezotes y pectorales. Asimismo, en la parte superior de la cabeza se usaba un imponente tocado elaborado con plumas, pieles y adornos de papel. Por último, las personas también se recubrías con ropa que empleaban telas de múltiples diseños. Todo ello, en ocasiones se acompañaba de pintura corporal y máscaras, lo cual le dotaba a la persona de un nuevo ser, de una nueva piel.
Es complicado afirmar el lugar de origen de la pieza, ya que sabemos que los objetos de jade pasaban de generación en generación debido a su valor. Por ello, podemos encontrar objetos de jade olmecas que estaban en manos de los mexicas. A pesar de ello, el color verde intenso de la pieza recuerda mucho los objetos de la zona maya, quienes además eran muy asiduos al empleo de esta piedra en las vestimentas de los grupos de poder.