Las figurillas de Tlatilco (Estado de México) son una muestra invaluable de la composición social de las primeras aldeas. Sin estas piezas, difícilmente podríamos saber las actividades que se realizaban, la cultura material que tenían y, en buena medida, las creencias de las personas. En las figurillas de Tlatilco se pueden distinguir mujeres en actividades cotidianas, niños en cunas, personas bailando, guerreros listos para la pelea, entre otras muchas formas.
Estas piezas poseen características particulares. Por lo general ostentan grandes caderas, los ojos son alargados, y grandes, generalmente no se representan las manos y los pies y el cabello se plasma con una tira de barro aplanada con incisiones verticales.
El caso de la pieza 690 de la Colección del Museo Amparo, nos muestra a un personaje, del cual solo se conserva el torso y la cabeza. Pero, con ello es más que suficiente para determinar la actividad que hacía este personaje.
La figurilla tiene una cabeza circular, un poco cuadrada. Cada ojo se crea con una incisión en los extremos, para resaltar el iris y con un prisma triangular se representó una fina nariz.
Lo que más llama la atención de esta pieza es el tocado que presenta, ya que con una tira se formó un círculo que rodea la cabeza y se coloca enfrente del rostro. Esto hizo que se tapara la boca y solo quedara visible la nariz y los ojos. Asimismo, en la parte superior se colocó otra tira, que recubre la cabeza de manera horizontal. Con ello se produce un tocado tipo casco.
La cabeza se encuentra proyectada un poco enfrente del eje del cuerpo, lo que nos da una idea de que está inclinándose. Además de cada uno de los lados se distinguen dos tiras aplanadas con líneas incisas simulando el cabello.
El torso este compuesto por paredes recto divergentes. Engrosándose hacia la cintura. Asimismo, un elemento identitario de las piezas de Tlatilco: el ombligo, se encuentra claramente marcado. Como se mencionó líneas arriba, no es posible afirmar como estaban los brazos, ya que la pieza se encuentra fracturada tanto en las extremidades superiores, como en las inferiores.
Lo que si se alcanza a distinguir es una tira que recorre la cintura de forma horizontal y, de entre las piernas, surge otra banda que se proyecta hacia el ombligo, donde termina engrosándose y con un borde curvo. Este atuendo representa el atavío que empleaban los jugadores de pelota y que les permitía golpear el esférico de hule sin sufrir lesiones. Por tanto, a pesar de lo fragmentario de la pieza, podemos afirmar que la figurilla representaba a un jugador de pelota.
Cabe resaltar que justo las figurillas de Tlatilco son una de las primeras evidencias que tenemos de esta práctica. Aunque deberemos de esperar hasta el Clásico, para encontrar marcadores y los edificios donde se practicaba. En consecuencia, esta pieza es uno de los primeros vestigios que quedan de una actividad que fue tan importante que fue considerada por Paul Kirchoff como uno de los elementos que define la súper área cultural de Mesoamérica.