Esta compleja alegoría, pintada por Manuel Montes, al que volveré adelante, representa el corazón de la Virgen por medio de la figuración de Cristo en la posición de su crucifixión, pero atravesado con una espada que llega al enorme corazón en que se posa, rodeado también por sus atributos pasionarios. El texto de la filacteria reproduce la profecía de Simeón a María en el templo (“una espada atravesará tu propia alma”), y la palabra “de” sobre la vena de mayor tamaño que apunta hacia el monograma de María, dejan patente que la obra se dedica a la Virgen y sus dolores. Ella será la que habla al hombre pecador y penitente al que se refieren las cartelas.
Por el tamaño de la pieza y la gran cantidad de textos que contiene, debe interpretarse como una obra de devoción personal e íntima, realizada para la reflexión y contrición individual, que recuerda que el hombre que está dispuesto a abandonar su mal comportamiento será recibido en los brazos de Cristo.
La pintura se basa, como ha señalado Kelly Donahue-Wallace, en una estampa realizada por Joaquín Sotomayor, a partir de un modelo de José de Ibarra (1685-1756), en un impreso titulado Directorio manual de la Santa Escuela de Cristo Señor Nuestro, impreso por José Bernardo de Hogal en 1733.[1] La composición es muy parecida, variando en la disposición de la filacteria y la cartela inferior, en el caso de la estampa en latín. Manuel Montes añadió los textos arriba, el monograma mariano, así como dispuso tres espacios en la parte inferior, además de añadir el colorido.
Las Santas Escuelas de Cristo, fueron congregaciones de laicos y eclesiásticos, fundadas en distintos templos con la intención de modelar la conducta, difundir la obediencia cristiana y fomentar la autodisciplina y contrición.[2] En la Nueva España proliferaron a partir de la segunda década del siglo XVIII y seguramente promovieron obras de arte como la del Museo Amparo para la reflexión de sus miembros.
El pintor de esta obra podría ser Manuel Montes y Balcázar (activo entre 1727 y 1760 aproximadamente),[3] Manuel Montes de Oca, también activo en fechas cercanas, o un pintor hasta ahora desconocido. Montes y Balcázar tienen obra principalmente en Guadalajara, en tanto que Montes de Oca mayoritariamente en la Ciudad de México. Ya que se ignora el origen de esta pintura, por ahora queda la duda de su autoría.
La obra presenta algunos daños, pérdidas y un barniz grueso y muy amarillento, por lo que sus valores cromáticos son poco evidentes. Por su parte, su dimensión devocional moderna, basada en las actitudes personales y en el ámbito laico, combinada con el lenguaje alegórico pero clarificado a través de los textos, es una muestra de un arte de carácter más privado que público, que sin duda merece mayores estudios, pues da cuenta de un momento de plena transformación religiosa en el siglo XVIII novohispano.
[1] Conferencia “La circulación de imágenes entre los pintores y grabadores mexicanos del siglo XVIII” del congreso Internacional América en el Centro, Museo Amparo, 2o de octubre de 2023.
[2] Alicia Bazarte Martínez, José Antonio Cruz Rangel. “Las Santas Escuelas de Cristo en la segunda mitad del siglo XVIII en la Ciudad de México”, Fuentes Humanísticas 38, 179-199.
[3] Manuel Toussaint, Pintura colonial en México (UNAM-IIE, 1990), 241; María Laura Flores Barba. “El obrado de la familia Cuentas en Guadalajara”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Núm 95, 2009, 73