Esta pieza es, sin duda ninguna, un fragmento de una escultura mayor. Lo más probable es que se tratara de una escultura de cuerpo entero, en cuyo caso, considerando las dimensiones de la cabeza, habría sido una de las mayores esculturas olmecas de una figura humana.
Se trata de una pieza inequívocamente olmeca, y además es poco probable que proceda de una región distinta del área del Golfo, pues su semejanza formal con otras obras de la región es muy notable. Posee los rasgos de la tradición olmeca más naturalista y expresiva, aquella que dio vida a las cabezas colosales. Y en particular corresponde con un tipo de imágenes de rasgos exagerados, un tanto monstruosos, que podrían relacionarse con personajes mitológicos.
Resulta de gran utilidad comparar esta imagen con la escultura coloquialmente conocida como “el negro”, de Tres Zapotes. La mandíbula prominente, los labios abultados, la nariz chata y muy gruesa, los pómulos sobresalientes, el ceño fruncido, los párpados hinchados. El parecido es tal que la mejor hipótesis sería situar la cabeza cerca de la etapa y localidad de Tres Zapotes, por lo tanto hacia el final del Preclásico medio.
La gruesa banda o franja de pelo que cruza la cabeza y termina en la frente es similar a las que se advierten en algunas cabezas colosales y en la cabeza pequeña que se exhibe en el Museo Amparo.
Un rasgo de esta cabeza llama la atención y la aleja claramente de las imágenes naturalistas que nos parecen retratos de gobernantes. Los dos grandes colmillos curvos no son humanos, más bien parecen de un reptil. Corresponden con esas máscaras que Covarrubias interpretó como parte de la génesis de la imagen de Tláloc. Se trataría por lo tanto de un personaje sobrenatural, o en todo caso de un nahual o de una especie de hombre-fiera. Vale la pena recordar, por ejemplo, los hombres jaguares que eran comunes en la iconografía olmeca.
La calidad de la talla (es decir, el apego a un estilo muy bien definido y desarrollado, y la capacidad técnica para labrar con precisión un gran bulto, aparentemente de basalto, con numerosos pliegues y detalles) y las dimensiones corresponden con una obra que debió formar parte del conjunto escultórico ceremonial de uno de los grandes centros olmecas de la vertiente del Golfo, como el propio Tres Zapotes o acaso algún otro cercano al macizo de los Tuxtlas.