Se conocen bastantes vasijas mesoamericanas con las paredes ondulantes, y pueden apreciarse en diferentes colecciones. Son objetos que parecen contradecir los principios básicos del diseño de los recipientes de cerámica, que se caracterizan por su circularidad, sus paredes uniformes y su simetría radial. Se trata, en efecto, de recipientes en los cuales se ha alterado deliberadamente el círculo de la pieza surgida del modelado.
Vale la pena hacer una aclaración sobre la técnica de elaboración de las vasijas en Mesoamérica. Aquí no se utilizaba el torno tal como se conocía en el viejo mundo, por la razón de que el principio del giro con un eje fijo era desconocido para esta tecnología. Lo que se hacía era colocar la arcilla sobre un tiesto roto o tepalcate cóncavo, y se hacía girar con ambas manos a la vez que se le daba forma. El proceso es más lento y da pie a más variantes de grosor y dirección en la pieza que se va formando. Sin embargo fue suficiente para realizar obras de diferentes tamaños; entre ellas numerosos platos, escudillas, tazones, cántaros, etc.
En el caso que nos ocupa la vasija fue contorneada con ese procedimiento. Una vez concluido el modelado se aplicó el engobe negro y se le doblaron las paredes. Cada doblez tiene la forma de una abolladura lateral, e implicó también corregir los labios de la vasija. A pesar de la extrañeza que puede producir el procedimiento de los dobleces, la pieza resultante parece adecuada para tomarla entre ambas manos y verter un líquido. Lo más probable es que haya sido de uso ceremonial.
El barro con el que se elaboró la vasija tiene un color mucho más grisáceo que café o naranja. El engobe forma una capa muy gruesa, cosa que se aprecia con frecuencia en la cerámica del Preclásico medio. El intenso bruñido produce una superficie muy tersa que no llega a ser brillante.
Falta añadir que, después del bruñido y el doblado, la vasija recibió unas incisiones lineales mediante las cuales se formaron dos pares de líneas paralelas y, entre ellas, una serie de motivos con forma de V.
Por la técnica de acabado y los diseños, sabemos que la vasija corresponde con la etapa que hemos llamado olmeca. Pero ello no quiere decir que sea originaria del Golfo de México. De hecho, estos engobes gruesos son más comunes en las cuencas del Atoyac y el Amacuzac, y especialmente en el valle de México. La inventiva de la pieza y la fórmula de la abolladura corresponden con la tradición de Tlatilco, que sería el origen más probable de la vasija.