Este conjunto de máscaras antropomorfas reúne diversos acercamientos a la representación esquemática de los rasgos faciales humanos, o bien la conjugación con los de los animales, bordeando enigmáticamente los límites de la idealización con lo informe.
Durante el período Clásico, en el Occidente mesoamericano se desarrolló el llamado estilo Mezcala, caracterizado por la intensa abstracción de los elementos figurativos. Generalmente trabajado sobre piedras duras y en volúmenes planos, llamó la atención del pensamiento modernista de Miguel Covarrubias, artista, historiador del arte y antropólogo que en los años cuarenta destacó la extrema simplicidad de estas piezas.
Por su parte, ligadas al sacrificio humano y frecuentemente requeridas en ceremonias funerarias, el trabajo de hachas y palmas se extendió por buena parte del sur de México durante el período Clásico. Asociadas con el juego ritual de la pelota, en ellas se observa un rostro tallado en basalto con las cavidades de los ojos vacías y la lengua que sale de una suerte de hocico. Se encuentran también representaciones de “mofletudos”, rostros de mejillas prominentes que corresponden a una expresión simbólica muy arraigada en el litoral del Golfo de México.
Las máscaras que representan rostros de ancianos, frecuentes en el Altiplano central, se asocian con Huehuetéotl, el dios viejo del fuego, suelen presentar la mitad del rostro descarnado, aludiendo a la dualidad vida-muerte.