El Altiplano Central fue testigo del desarrollo de diversos grupos humanos que florecieron durante el periodo Preclásico. Lamentablemente, no conocemos los nombres con los que estas comunidades se identificaban a sí mismas y tampoco conocemos las lenguas que hablaban; no obstante, podemos estudiar a estas culturas a través de la gran cantidad de piezas de barro que reflejan su sentido de la estética.
La pieza 348 es una figurilla elaborada en barro modelado que representa un cuerpo femenino cuyo sexo y pechos fueron marcados por medio de la técnica de incisión y pastillaje. La mujer está sentada y se aprecia que una de sus piernas está estirada, mientras que la otra permanece flexionada; ambos brazos dan la apariencia de estar rígidos y sujetando las piernas.
El rostro de la figura es rectangular y sus rasgos (ojos, nariz y boca) se diseñaron por medio de incisiones; el cráneo, por otra parte, tiene una forma tabular erecta y los ojos del personaje se perciben rasgados.
El tocado, de gran complejidad, se añadió mediante la técnica de pastillaje y está compuesto por un cabello largo que se divide en cuatro partes que cuelgan por ambos costados. La cabeza está rodeada por una banda decorada con óvalos sobrepuestos; en el centro se desprende un elemento que cubre la parte superior del cráneo y que nos remite a las líneas que se forman en conchas marinas.
Es necesario precisar que las culturas del Preclásico consideraron que las conchas y los caracoles marinos poseían gran belleza y estilismo, por lo que estos productos solían modificarse para ser incluidas en las vestimentas de las mujeres y los hombres de este periodo. Asimismo, los pigmentos también fueron un elemento decorativo de gran importancia en el arte mesoamericano y esta pieza no es la excepción, pues posee restos de estuco pintados en color ocre.
Las figuras femeninas del Preclásico conforman distintas tradiciones que han sido interpretadas como elementos simbólicos que formaban parte del culto a la fertilidad, por lo tanto, es posible pensar que estos objetos tenían gran valor entre las sociedades que los elaboraban.
Por otra parte, muchas figurillas de barro se han hallado en entierros, es decir, en un contexto particular en donde la vida y la muerte guardan cierta relación. El acto particular de enterrar estos objetos es un indicio de que la mujer, concebida como una productora de vida, estaba vinculada a la tierra, dadora de vida por excelencia. Lo anterior nos permite conjeturar que las figurillas de barro se enmarcaban en una parafernalia religiosa específica, pues cada una conformaba una ofrenda que acompañaba al difunto hasta su última morada.
La alfarería del Preclásico nos revela que los maestros artesanos se valían de una gran habilidad para insuflar vida a sus obras mediante el sabio manejo del volumen, finos detalles y una intención de representación que abrevaba de una compleja cosmogonía.