Gabriel de la Mora ha enfocado parte de su trabajo en subvertir y deconstruir la práctica pictórica, a la par de indagar en la historia y las posibilidades del monocromo desde una perspectiva provocadora y radical. Las siete pinturas que conforman esta obra se inscriben en la serie Sentido de la posibilidad, una línea de trabajo en la que el artista explora –con un guiño al famoso Readymade infeliz realizado por Marcel Duchamp en 1919– los efectos que la atmósfera, el paso del tiempo y el clima producen en pinturas monocromas expuestas al aire libre durante distintos periodos de tiempo.
Como es el caso de D-1 a D-7, varias de las obras realizadas en esta dirección retoman un primer experimento realizado en 2013. En aquel año, de la Mora fue invitado a realizar una comisión para la exhibición Tropicalia Negra, presentada en el Museo Experimental el Eco de la Ciudad de México –un recinto único en su tipo debido a que fue concebido desde la perspectiva de la “arquitectura emocional” que propugnaba su artífice, el artista y arquitecto alemán radicado en México, Mathias Goeritz. En dicha exhibición fue incluido uno de los Mensajes de Goeritz, una serie de obras doradas y monocromas, realizadas con chapa de oro, con las que el artista alemán buscaba una renovación espiritual en el contexto artístico de la posguerra. Explorando los límites e intersticios que habitan la distancia entre la copia y el original, de la Mora realizó para dicha exhibición una réplica 1 a 1 de la obra de Goeritz, la cual fue expuesta en el patio interior del museo. A lo largo de los meses, la pieza sufrió los efectos del clima, distanciándose de su referente original y generando una serie de figuras azarosas e inesperadas sobre la superficie del cuadro.
Siguiendo un procedimiento análogo, las pinturas que conforman D-1 a D-7 fueron realizadas exprofeso para su exhibición individual Lo que no vemos, lo que nos mira, presentada en el Museo Amparo en 2014. En esa ocasión, el artista colocó siete bastidores monocromos en un patio interior del museo durante el tiempo que duró la exhibición. Después, como ocurre con todas las piezas que conforman esta serie, trabajó con un restaurador para que fijara las huellas y adhesiones materiales que el paso del tiempo había dejado sobre ellas.
Con este tipo de obras, Gabriel de la Mora alude de manera irónica a la práctica del “plenairismo” o “pintura al aire libre”, a través de un proceso que no busca representar a la naturaleza, sino que, por el contrario, imprime su fuerza sobre la pintura misma. Al mismo tiempo, se trata de piezas que cuestionan la noción de autoría, pues la solución final depende más del clima que de una mano creadora. Finalmente, el artista subvierte con esta estrategia la aparente autonomía de la práctica pictórica, convirtiéndola en un proyecto de sitio específico que después se rearticula como un objeto en el que es posible observar las huellas e indicios de la intemperie y el acontecer temporal.
EKA, agosto del 2020
https://gabrieldelamora.com/
Willy Kautz y Gabriel de la Mora, Gabriel de la Mora: Lo que no vemos lo que nos mira, Puebla, Museo Amparo, 2014, p. 101-105.