Dentro del estilo Ameca-Etzatlán, las piezas de formato medio suelen mostrar rasgos intermedios entre las cualidades realistas, propias de las esculturas de mayor altura, y las caricaturescas, que son constantes en las de dimensiones pequeñas. En la imagen que vemos, lo caricaturesco puede advertirse en el rostro. Los artistas de esta escuela siempre figuraron los párpados superiores e inferiores como formas relevadas; las pupilas también podían estar modeladas o, como en esta pieza, figurarse como hendiduras horizontales.
Estamos ante un hombre desnudo con actitud introspectiva; no extraña la ausencia de genitales, pues en este estilo no es frecuente. La altura de la cabeza corresponde a una enfatizada deformación tabular erecta, la cual es la única ornamentación o modificación corporal cultural que exhibe. La posición, en particular con una pierna flexionada hacia arriba y otra hacia un lado, es característica de las figuraciones masculinas.
Desde mi perspectiva, lo anatómico es una de las cualidades que confiere unidad a las múltiples modalidades estilísticas creadas por el pueblo de las tumbas de tiro; más allá de la figuración de un individuo desnudo, considero que las vistas de perfil y posterior nos permiten apreciar la decidida importancia concedida a lo corporal. Las nalgas se modelaron como dos volúmenes redondeados, que sobresalen respecto al remetimiento que marca la cintura y la espalda recta.
Cabe explicar un aspecto técnico; en la parte de atrás la cabeza muestra una apertura circular, se trata de un orificio de cocción; éste indica que la pieza se construyó como una forma hueca y fue indispensable para evitar que estallara durante el sometimiento al fuego. Para evitar lo anterior, las esculturas construidas como volúmenes sólidos son de altura baja o delgadas.