Esta pieza se modeló en barro con maestría y detalle, esta proviene de la región del Occidente mesoamericano, en donde existió una predilección por las representaciones de seres humanos voluptuosos.
Este objeto nos remite a la imagen de un hombre robusto y gordo cuyas gruesas piernas se aprecian abiertas, lo que deja expuesta su región genital. El alfarero utilizó la técnica de incisión para representar los pies del personaje: en estos se observan cuatro líneas verticales que figuran los dedos y sobre estas se marcaron dos líneas más, en esta ocasión horizontales, para dar la idea flexión; es decir que el artista intentó representar el tobillo y la articulación que da movimiento al pie. Una solución similar se observa en las extremidades superiores ya que, para recrear las manos, también se utilizaron cuatro líneas verticales en los dedos y dos horizontales en la región de las muñecas. La proporción de los brazos de la figura contrasta con la intención naturalista reflejada en las articulaciones, pues estos son demasiado cortos en relación con el cuerpo.
Por otra parte, el trabajo más refinado del alfarero se observa en la cara del personaje representado, pues los rasgos faciales están muy bien definidos; quien realizó la pieza se esforzó para lograr un gran grado de detalle en este segmento corporal: las orejas fueron modeladas y, posteriormente, se les realizó una incisión que simula un par de orejeras; los labios fueron marcados con grosor, lo que permite diferenciar entre el superior y el inferior; y las fosas nasales se detallaron claramente. Cabe resaltar que muy pocas piezas en el arte mesoamericano cuentan con este grado de representación realista.
Los ojos del individuo son rasgados y desproporcionadamente grandes, los párpados fueron figurados con grosor, para dar espacio a dos enormes globos oculares, y se utilizó la técnica de incisión para elaborar el iris.
La pieza muestra el empleo de pintura, pues en el torso y en algunas áreas de las extremidades se observan líneas de color ocre que contrastan con el marrón propio del barro; estos trazos forman patrones que continúan y se entrelazan por todo el cuerpo. Es pertinente recalcar que los grupos mesoamericanos utilizaban pintura corporal para realizar sus ritos y ceremonias, es por ello que en la cerámica se intentó emular dicha costumbre religiosa
La finura de los detalles plasmados en esta pieza muestra la maestría de los artistas indígenas del área de Guerrero y Occidente. Los alfareros inmortalizaron algunos de los rasgos más delicados del rostro humano con gran realismo y fueron precisos con las proporciones rectoras de los cuerpos voluminosos, mismos que ejemplifica la desnudez masculina en el México antiguo.
Este tipo de piezas fueron comunes en las sociedades prehispánicas quienes, al parecer, tuvieron una fijación particular con los cuerpos corpulentos cuyos muslos y caderas solían representarse de forma exagerada. Por otra parte, es posible que estos objetos estuvieran ligados al culto a la fertilidad, que en algunas regiones de Mesoamérica se asociaba al género masculino y al falo.