El modelado es la manufactura manual, sin el uso de moldes, de materias blandas; consiste en una de las técnicas de la escultura, la cual es el arte de las formas tridimensionales exentas en el espacio. Entre esas materias está el barro, cuya inmediatez y maleabilidad simple resultan engañosas. Trabajar la arcilla requiere diestras y sabias selecciones de los bancos adecuados y preparaciones, mezclándola con otras materias, como arena y agua, para que obtenga la plasticidad adecuada. Luego de lograr las formas y funciones deseadas, una práctica recurrente es someter las obras a cocción, de modo que se transforman en objetos cerámicos; al perder la humedad adquieren cierto carácter pétreo y mayor durabilidad. Una de las expresiones más importantes en la historia del arte de Mesoamérica es la escultura cerámica.
La cultura Chupícuaro privilegió este arte, tanto en piezas sólidas como huecas. El par que vemos, corresponde a las compactas y nos permite apreciar otras técnicas con las que el modelado se combina para plasmar y comunicar lo deseado.
El apogeo de esta sociedad se fecha entre los años 400 y 100 a.C., recibe su denominación a partir de una localidad del valle de Acámbaro, en el sureste de Guanajuato, donde se han registrado sus asentamientos; sus vestigios asimismo se hallan en la cuenca del lago de Cuitzeo, las llanuras del sur de Querétaro y el valle de Morelia, en Michoacán.
La figuración femenina predomina en la escultura de Chupícuaro; esta pieza en particular tiene el abdomen abultado que permite identificarla como mujer en estado de pregnancia.
Muestra la modalidad estilística más numerosa de las tres principales de este arte, llamada “ojos rasgados” o H4. Desde sus vistas laterales destaca que tiene escaso grosor, si bien con apariencia de voluminosidad debido a la silueta de contornos redondeados. Está diseñada para ser percibida de frente; en esta superficie se hicieron los detalles figurativos, mientras que el reverso predominantemente es llano.
La intención predominante fue producir imágenes verticalmente simétricas; los senos y pezones a distinta altura evidencian la técnica del modelado y el sello personal del o de la artista; de tal modo, aun cuando se repitan modelos o se trate de producciones de talleres determinados, no hay dos obras idénticas. Por lo demás, en dicha simetría no se sugiere movimiento; la actividad parece residir en ver y hablar.
En la composición sobresale la cabeza por su tamaño -la altura total de las piezas suele ser de dos cabezas y media- y por la minuciosidad con la que se plasmaron rasgos faciales y variados peinados y ornamentos. El cabello se ve liso o con incisiones que señalan pelo; su arreglo es bilobulado o con separación a la mitad; tiene un fleco corto parejo y como tocado una banda ancha con motivos triangulares en zigzag. Usa joyas llamativas, grandes orejeras circulares y un collar con un colgante circular. Parece erguida, no obstante, los pies acaban en punta y no permiten sostenerla.
A su silueta modelada se les adhirieron diminutas aplicaciones de la misma pasta de barro en estado maleable, en una técnica conocida como pastillaje, para formar el peinado, ornatos, rasgos faciales y corpóreos, como el pezón; por lo que toca a los ojos y la boca, con hábiles pellizcos y ranurados se crearon la pupila o los párpados y los labios. Asimismo, se pintaron en rojo algunos ornamentos, antes de someter las obras a cocción.
Prevalecen las incógnitas sobre significados y funciones de estas imágenes chupicuareñas. A partir de las investigaciones pioneras de la arqueóloga Muriel Noe Porter, se sabe que han sido recolectadas en contextos que en su tiempo constituyó el nivel de superficie donde las comunidades de vivos realizaban sus diversas actividades; también fueron ofrendadas en inhumaciones y sepultadas intencionalmente en conjuntos aislados. Las diversas agrupaciones de obras exentas, como esta, pudieron representar escenas.