Teotihuacan puede ser considerada como la ciudad de la fertilidad. Este concepto, sobre todo en sus primeras fases, era representado por medio de animales. Así, la serpiente se vinculaba con el agua de lluvia, el jaguar hacía lo propio con el agua que brotaba de la tierra y un sinnúmero de animales eran plasmados, relacionándolos con un fenómeno de la naturaleza.
En el caso de la pieza 1649 de la Colección del Museo Amparo, podemos distinguir un ave realizada por molde que se aplicó por pastillaje en una pieza, seguramente un brasero, como se puede distinguir en la parte trasera, que muestra una superficie plana donde se pegaba a otra superficie de barro.
La figura principal representa un ave. La cabeza está realizada con un círculo, donde dos formas almendradas simulan los ojos y alrededor, se alcanza a distinguir una protuberancia, que debió simular las plumas. El pico fue creado con una forma prismática triangular en la parte superior y un triángulo plano en la parte inferior. A los lados, una forma de “S” simula las orejas y, de ahí, cuelgan dos orejeras circulares. Alrededor de la cabeza se localiza un círculo con líneas verticales concéntricas y, en la parte central se encuentra un rectángulo – con líneas verticales en la parte superior –. Estos elementos representan un rico tocado de plumas que rodean toda la cabeza. Este tipo de tocados representaban el poder y lo precioso, y los podemos ver en otras piezas teotihuacanas, quizás, una de las más conocidas sea la representación de Quetzalcóatl en la pirámide de La Ciudadela, donde se labraron serpientes con un rico tocado de plumas rodeándoles la cabeza.
La figura de las aves abunda en Teotihuacan. En uno de los braceros más conocidos, vemos la representación de cabezas de quetzales a lo largo de la pieza, con los ojos rodeados por plumas y con narigueras en forma de almena.
Las aves también se pintaron en los murales, siendo quizá estas representaciones las que nos ayudan a conocer su significado. Una de ellas está en el corredor 25 de Tetitla, representándose con color rojo un águila de frente con las alas extendidas, brotándole de la boca un chorro de sangre. Pero es quizá en la pintura mural del templo de los Caracoles Emplumados, donde este animal se representó más. Ahí vemos aves de perfil, águilas, loros y guacamayas con un ala extendida hacia enfrente, de donde caen gruesas gotas que riegan una flor de calabaza.
Esta asociación entre las aves y la lluvia era común en Teotihuacan y, probablemente, la pieza 1649 formaba parte de una vasija más grande, la cual estaba asociada a la lluvia en particular y a la fertilidad en general, eje del pensamiento teotihuacano.