En la época prehispánica los ornamentos utilizados por las personas de alto rango se encontraban fuertemente regulados por la autoridad central. No cualquiera podía portar determinados accesorios y objetos decorativos en el cuerpo, a menos de que hubiera cumplido con los requisitos para hacerlo. En el caso de los bezotes, estos se colocaban en una horadación bajo el labio inferior de quien lo portara, y su colocación al igual que de otras piezas decorativas en el cuerpo, se realizaba durante ceremonias públicas donde se hacía del conocimiento de todo el pueblo que la persona que lo portaría tenía grandes méritos principalmente en el ámbito militar.
Fray Bernardino de Sahagún, el cronista de la Nueva España comunica que, en náhuatl la acción de horadar la piel bajo el labio era llamada entre los indígenas netenxapotlaliztli. Por su lado, el Vocabulario de Fray Alonso de Molina registra que el nombre en náhuatl de los bezotes era téntetl o “piedra del labio”.
Los casos que aquí nos ocupan son dos bezotes elaborados en obsidiana verde, con base elipsoidal y cuerpo cilíndrico. La pieza que lleva el número 1590 se encuentra fragmentada y podemos observar un 60% de su totalidad, con ello además podemos afirmar que su cuerpo cilíndrico se encontraba ahuecado.
La pieza con el número 1580 se encuentra completa y destaca porque al interior del cuerpo cilíndrico ahuecado se realizó una incrustación con algún material metálico, probablemente oro. Esta incrustación se observa como una lámina delgada circular cortada de una delgada placa del metal utilizado. En general los metales, particularmente el oro, tenían un alto valor simbólico entre los mexicas, por lo que este bezote pudo haber sido utilizado por un alto mandatario. Sahagún también registró en su Historia general de las cosas de la Nueva España, el vocablo para hacer referencia a los bezotes de oro: teocuitlatentetl. Aunque este término hace referencia a una pieza manufacturada en su totalidad en oro, vale la pena mencionarlo pues sin duda se trata de uno de los pocos casos de bezotes que ha llegado a nuestros días que combina estos materiales.
Respecto a la materia prima de la pieza, la obsidiana verde, ésta pudo haber sido extraída de los yacimientos de la zona norte del Altiplano Central, particularmente de la Sierra de las Navajas, donde se han localizado numerosos contextos arqueológicos asociados a la minería prehispánica. Sin embargo, es importante recalcar que para saber con exactitud la procedencia de la materia prima es necesario llevar a cabo determinados análisis químicos que permiten asociarla con su yacimiento de extracción.
La especialización en el trabajo que era necesaria para realizar estos objetos es patente a simple vista. El tiento, la calma y la paciencia que se necesitaban para realizar estos trabajos debieron de ser grandes. Simplemente pensemos en la delicadeza que se debía tener para colocar la hoja de oro o el cuidado en el desgaste para elaborar la pieza 1590, para que quedara una pequeña pared de obsidiana traslucida, nos da cuenta de la extraordinaria labor del artesano y nos recuerda aquellas palabras que registró Sahagún, donde se afirma que el verdadero artista hacia las cosas “con calma, con tiento”, lo cual nos lleva a pensar que estas piezas fueron elaboradas por todo un artista.