La joyería y los adornos prehispánicos son un tema vasto y rico por la variedad de objetos y piezas que se han localizado en excavaciones arqueológicas del área cultural mesoamericana. Entre las sociedades indígenas, mexicas y tarascos por ejemplo, el uso de determinadas joyas por ciertos sectores de la sociedad estaba altamente controlado. La Relación de Michoacán y varios códices como el Ramírez y el Florentino, registraron en el siglo XVI las ceremonias, diversidad de objetos y razones por las cuáles una persona podía o no llevarlas. En este sentido, en Mesoamérica la joyería era un tipo de adorno corporal que, como otros, podía señalar la pertenencia de un individuo a una comunidad, a un sector social específico, su posición social o incluso su estado civil.
La pieza que aquí nos ocupa es un pendiente tallado en obsidiana verde al que se le dio la forma de la cabeza de un ave, posiblemente un pato, que podemos identificar por su pico estilizado. El pendiente, desde una vista de planta, tienen una forma plana de gota, la cual se va estrechando y adquiere grosor conforme llega a su extremo contrario, donde la pieza toma una forma circular, vista desde los lados, En la parte central se distingue un orificio que fue realizado primero perforando de una manera cónica de un lado de la pieza y, posteriormente, repitiendo la operación en el lado contrario. Esto, hizo que la parte distal quedara muy delgada, lo cual provocó que, con el paso del tiempo, se fracturara de esta zona y perdiera con ello su utilidad de colgante.
Se trata de una pieza sumamente delicada que casi de manera abstracta nos remite fácilmente a las aves acuáticas que pululaban en el lago de México en el siglo XVI. Su figura de líneas suaves y curvas nos permiten inferir que el artista conocía a profundidad las pautas y tradiciones artesanales del trabajo en obsidiana. El diseño se repite en otros numerosos pendientes localizados en contextos arqueológicos del centro de México, como Tlatelolco y Tenochtitlan, lo cual puede mostrarnos la importancia de este objeto con relación a su función social y a la transmisión de significados específicos.
Cabe mencionar que el diseño no era algo casual, sino que era una forma llena de significado, ya que las aves acuáticas que vivían en las aguas salobres del lago de México tenían un papel fundamental en la cosmovisión indígena. Se les asociaba particularmente con una deidad, Ehécatl Quetzalcóatl, el dios del viento, lo cual seguramente tenía que ver con su propia capacidad de remontar por los cielos, pero también por anunciar temporadas de lluvias, sobre todo en el caso de las aves migratorias.
Esta pieza pudo haber estado colgada para utilizarse como un collar, o bien pudo haber acompañado a otras parecidas para formar una pulsera. Imaginarnos un collar o una pulsera, donde estas formas se repetía una tras otra, creando una banda compuesta por la unión de los picos circulares, donde se creaba un intenso color negro que parecía generar un brillo propio, nos permite imaginarnos el esplendor de algunas vestimentas y con ello, la razón de que estos elementos estuvieran tan normados.