Las aldeas del periodo Preclásico eran pequeñas agrupaciones de casas que no tenían grandes dimensiones. Las casas se encontraban construidas con materiales perecederos. Generalmente las paredes de la casa se hacían con bajareque y se colocaba un techo de palma. La vivienda era de una sola habitación y ahí se realizaba una gran parte de las actividades, aunque otra parte considerable de los trabajos se realizaba en el exterior. Debajo de la casa o a los lados se enterraban a las personas con una ofrenda sencilla, la cual generalmente consistía en metates, distintos tipos de vasijas (algunas con diseños y otras sencillas), alguna figurilla y al final se podía cubrir el entierro con un pigmento rojo.
En el caso de la vasija 381 vemos un cajete que debió formar parte de una ofrenda. Está recubierto en el exterior con un engobe café, cuidadosamente pulido; mientras que en el interior se colocó un engobe negro que llega a extenderse hasta el borde. Es aquí, en el interior, donde vemos más desgastada la pieza, al tener secciones del fondo y de la pared donde se ha perdido el engobe, dejando entrever una pasta grisácea.
La pieza tiene una base recta que después de una ligera curvatura da pie a una pared recta de apenas unos centímetros (2.3 cm) que forma una boca circular con un borde redondeado. En el fondo, las paredes continúan rectas y generan un fondo ligeramente cóncavo.
En las paredes se encuentran esgrafiados distintos diseños. Primero una línea horizontal recorre la pieza muy cerca del borde. En la parte inferior están tres líneas verticales, después una voluta en forma de “S” acostada con líneas verticales en el centro, se vuelve a separar por otras tres líneas verticales y continúa otra voluta en forma de “S” acostada, pero más alargada que la anterior, que permite colocar una doble banda en la parte central, simulando que la forma de “S” está elaborada por medio de dos vírgulas.
El esgrafiado se realizó después de la aplicación del engobe, esto permitió que quedaran grandes zonas con un color café oscuro con una textura pulida y también pequeñas líneas con una textura alisada del color grisáceo, creándose con ello un gran contraste y permitiendo a su vez que el diseño fuera evidente a simple vista.
Además de ello, si observamos con atención, podemos distinguir un pigmento rojo alrededor de la pieza, el cual se hace más patente en la decoración esgrafiada, donde la textura, alisada y rugosa, permitió que el pigmento se fijara. En cambio, en la superficie pulida del engobe, la sujeción del pigmento es más complicado, por la lisura de la superficie. Esta presencia de color rojo nos indica su posible contexto funerario y, con ello, relacionar esta pieza como parte de una ofrenda que debió estar junto a otros cajetes, platos, botellones, figurillas y metates, acompañando el cuerpo de un humano.