Los cajetes son de las vasijas que más abundan en Teotihuacán y la forma curvo-divergente, utilizada en sus paredes, la más común. A pesar de ello, existen un sin número de formas de menor aparición que también se desarrollaron en esta ciudad, como se puede observar en la pieza 264.
Esta vasija corresponde a un cajete semicilíndrico que se acerca mucho a la forma de un tecomate. Tiene la base recta, la cual se va despegando poco a poco del suelo para dar origen al cuerpo, el cual adquiere una forma globular por medio de las paredes curvo-convergentes. Éstas, conforme adquieren altura, se comienzan a cerrar hasta crear una boca circular con un borde curvo. En el interior se repite la forma curvo-convergente de las paredes, las cuales terminan en un fondo cóncavo.
La pieza se encuentra recubierta por un engobe anaranjado, el cual tiene distintas despostilladuras y raspaduras que dejan entrever una pasta ocre grisácea. Tienen también una banda roja en el borde y debajo de ella se encuentra dos círculos delineados por una gruesa brocha. La decoración de este tipo de piezas se realizaba antes de la cocción, lo cual permitía colorear el engobe, fundiéndose la decoración con el fondo. Esta práctica le daba una gran resistencia a la decoración, ya que podía tener el mismo tratamiento que el resto de la pieza sin que sufriera desprendimientos o craqueladuras, como ocurría con la decoración poscocción. El único inconveniente para la pintura es que, al ser absorbida por el engobe, el color se matizaba, perdiendo la tonalidad natural.
Los cajetes semiesféricos con una decoración precocción roja son piezas que aparecen en Teotihuacán en la fase Tlamimilolpa tardío (250 -350 d.C.) como parte del grupo policromo-monocromo. Se ha pensado que estas vasijas, en su forma más simple, sirvieron en el ámbito doméstico para el consumo de alimentos, principalmente líquidos. También pudieron tener un carácter suntuario y, aquellos que tenían una mayor decoración, debieron de tener una función ritual. La pequeña superficie donde se apoyan estas vasijas ha llevado a pensar a algunos investigadores que se pudo colocar sobre un arillo tejido – lo cual le proporcionaría el equilibrio del cual carece la pieza–, como aún ocurre en muchas comunidades en México.
El carácter utilitario de esta pieza se evidencia en el grado de deterioro que tiene en la parte inferior, cercana a la base, pero al mismo tiempo el estado de conservación nos permite distinguir la excelente manufactura y resistencia que tenía la cerámica Teotihuacana, de la cual, el mejor ejemplo, es la cerámica Anaranjado delgado, de la cual se pueden apreciar importantes ejemplos en la Colección del Museo Amparo.