Los cajetes son probablemente algunos de los objetos más comunes de Mesoamérica y, por lo mismo, se encuentran en casi todas las excavaciones arqueológicas a lo largo y ancho del territorio. Estos objetos forman parte de la loza doméstica de cualquier unidad habitacional donde se realizaban actividades de preparación de alimentos y seguramente servían para la contención de distintos líquidos, semillas y otros tipos de comida.
En el caso de los tres cajetes que aquí nos ocupan su decoración es sencilla, reduciéndose a un recubrimiento de engobe anaranjado en toda la pieza. Esto nos permite pensar que su uso era doméstico, aunque no se puede descartar la posibilidad de que también tuvieran un uso suntuario.
La pieza 262 presenta una base convexa que se va separando poco a poco del suelo y da lugar a un cuerpo de paredes curvo-convergentes con una boca circular. El borde es redondeado, ligeramente engrosado y en la parte interna se repite la misma figura llegando a un fondo cóncavo. La pieza presenta un engobe anaranjado en toda la pieza, destacándose una macha más intensa en la parte interna de la pieza. Asimismo, toda la vasija se encuentra pulida, distinguiéndose algunas huellas horizontales de este trabajo.
Por su parte, la pieza 263 tiene una base plana que comienza a despegarse del suelo poco a poco, dando lugar a un cuerpo de paredes rectas, ligeramente curvo-convergentes, las cuales forman una boca circular con un borde redondeado con un bisel al exterior. En la parte interna se repite la misma forma, generándose un fondo ligeramente cóncavo. Toda la pieza se encuentra con un engobe anaranjado y presenta una nube de cocción en la parte interna que apenas se alcanza a distinguir en la parte externa.
Por último, la pieza 268 consiste en un cajete con la base convexa, las paredes curvo-convergentes y un borde ligeramente redondeado. La boca es circular y en el interior se repite la forma del exterior, solo que el fondo adquiere una notoria concavidad. El cajete se encuentra completamente recubierto por un engobe anaranjado pulido y tienen pequeñas salpicaduras de un pigmento negro en una de sus paredes.
La asociación de estas piezas con un lugar y un tiempo específicos es difícil debido a que no presentan rasgos decorativos o formales que nos permitan asociarlos con una tradición alfarera específica, sin embargo, por el color del barro y el engobe utilizados podríamos asociarlos con piezas anaranjadas identificados en asentamientos como Teotihuacán, durante el periodo Clásico. Sin embargo, esto no descarta que puedan ser piezas más tardías y de otra región.