La obra tiene cualidades tanto escultóricas como de una vasija efigie. He optado por destacar las primeras, pues aun cuando ostenta una notable vertedera cilíndrica en la parte superior, prevalece un aspecto figurativo, no el de un recipiente. Si bien, el hecho de tratarse de un volumen hueco que pudo servir como contenedor es afín con la forma, las funciones prácticas y el simbolismo de la representación de una cabeza con aspecto mortal. ¿Se trata de la cabeza decapitada de un enemigo vencido? ¿Acaso sintetiza la fuerza vital de un individuo de elevado rango? Me inclino por esta última posibilidad.
La imagen mantiene su corporeidad, ha sido modelada de forma magistral con finas y definidas facciones; en los orificios de las orejas pudieron colocarse ornamentos. Es un rostro que aún muerto, conserva su identidad. En el arte mesoamericano las convenciones para plasmar a los difuntos incluían los ojos cerrados. El que vemos tiene además la boca entreabierta, con los dientes marcados. Pareciera que acaba de expirar. El artista que la elaboro perpetuó expresivamente un instante que evoca una materia etérea.
En otras obras del estilo Comala se modelaron figuras masculinas que portan bandas entrecruzadas sobre el pecho de las que cuelgan cabezas-trofeo, y en las manos toman un recipiente que acercan a su boca, como si estuvieran bebiendo; igualmente hay hombres que sostienen dichas cabezas con una mano mientras que en la otra llevan un pequeño plato; en algunas vasijas sobresalen varias cabezas adheridas al cuerpo del recipiente. En tal orden de ideas, en la forma exenta de las cabezas-vasijas está sugerida la ingestión de una bebida en un contexto ritual.
La protuberancia corniforme en la frente es el atributo iconográfico más destacado de la obra, que la emparienta con individuos de alto estatus. Considero que en la cultura tumbas de tiro es un elemento polisémico y en lo particular se liga con lo religioso, el sacerdocio y lo bélico. No sólo se aprecia en cabezas exentas, también en figuras completas de guerreros, bebedores, dignatarios, músico y cautivos, entre otras. El acervo de arte mesoamericano del Museo Amparo cuenta con varias obras de este conjunto temático. En algunas de ellas, como en la escultura que nos ocupa, el elemento corniforme parece una proyección natural, no está sobrepuesta. Mientras que en otras imágenes se figuraron las bandas o el tocado que le sostiene en la cabeza. Su identificación es reservada; pienso que algunas posibilidades son que represente el ápice de una concha de caracol, un cuerno, la sección de una asta, un colmillo, una espina o escama; en cualquier caso, dotaría a los hombres de un ostentoso carácter sobrenatural, en liga con actividades ceremoniales, prestigio social y sacralidad.
Sea que la escultura figure la cabeza de un enemigo vencido y sacrificado, o la imagen que condensa la energía vital de un individuo de alto estatus fallecido, tal vez sin sacrificio de por medio, sobresale la importancia concedida a la cabeza como la parte del cuerpo humano en la que se concentrarían sus entidades anímicas y capacidades de raciocinio, sensitivas y expresivas. Aun cuando los ojos cerrados indican que ha muerto, el rostro exhibe otros órganos sensibles en su manifiesta corporeidad; tiene piel, orificios nasales, una boca con los labios entreabiertos y las perforaciones en las orejas, que pudieron servir para colgar ornamentos, igualmente aparentan los oídos. Se trataría de un difunto cuya perceptibilidad de sensaciones persiste.