La notable abertura en el pico del pato que nos ocupa cumple un doble propósito, además de expresar de un modo tangible algo efímero, como el sonido que produce esta ave, sirve como orificio de cocción. En una pieza cerámica modelada como un volumen hueco se requieren hendiduras para evitar que estalle durante la cocción.
En contraste con la significación inmediata que en relación con la cultura tumbas de tiro suele atribuirse su extenso repertorio iconográfico figurado en estilos realistas, los valores que prevalecen son los simbólicos, es decir, representan valores ideológicos construidos socialmente. En este caso se asocian en particular con la esfera de lo religioso, pues con alta probabilidad la pieza procede de un contexto funerario subterráneo; su perfecto estado de conservación indica que no se localizó en niveles superficiales. El pato con su graznido pudiera estar llamando al viento.
El pico de un anátida, al modo de una máscara bucal, es uno de los atributos de la deidad que las sociedades nahuas del Posclásico tardío en el Altiplano Central conocían como Ehécatl-Quetzalcóatl; al respecto Gabriel Espinosa identifica que se trata del pico híbrido que mezcla varias cualidades de las aves acuáticas, como los dientes de los mergos y la cresta estacional del pelícano.
En el estilo Comala los patos son la especie más abundante entre la fauna acuática representada; como parte de las aves igualmente se modelaron pelícanos. No sobra insistir en que aun cuando es amplio el repertorio de animales que artísticamente se recreó en los talleres de cerámica de la antigua Colima, no consiste en un catálogo de la fauna de la zona, ni de las especies comestibles; dista mucho de serlo y en lugar de ello se trata de un muestrario selectivo predominantemente vinculado con un sistema complejo de pensamiento o cosmovisión. En Mesoamérica los patos, con su capacidad de vuelo al igual que para zambullirse y bucear, provocan que sople el viento, el cual antecede las lluvias, de manera que hacen ascender las corrientes de agua desde las profundidades del estrato inferior del cosmos, cuya naturaleza primigenia es acuosa.
Los patos en el estilo colimense al que ahora dirigimos nuestra atención muestran una variedad de especies con base en la variedad en las formas de crestas, picos y colas; también son diversas las posturas y se ven tanto individuales como en parejas o grupos familiares; el que nos ocupa aparenta estar nadando, con lo cual enfatiza su naturaleza acuática; es en ese medio en el que transcurre la mayor parte de su vida.
Acerca de su procedencia en un contexto mortuorio, pudo tratarse de un tipo particular de recinto arquitectónico funerario conocido en términos genéricos como tumba de tiro. En lo elemental, se componen por un pozo o tiro vertical cilíndrico o cuadrangular, de profundidad variable, en cuya base o a un lado de ésta se abre una cámara. En este espacio se acostumbraba realizar el depósito de los difuntos y sus ofrendas. Las tumbas de tiro podían reutilizarse para efectuar múltiples entierros al paso del tiempo, incluso siglos. Su soporte material era un suelo de tipo volcánico con mayor o menor compactación, denominado respectivamente duripan o fragipan. La técnica constructiva consistía en desbastar esa materia solida; como resultado se creaban artificialmente espacios semejantes a cuevas. Para los mesoamericanos estas cavidades simbolizaban ingresos al inframundo, cuyas cualidades, como se ha dicho son acuosas, al modo de un océano gigantesco, por tanto, el contexto de origen de esta escultura es totalmente congruente con los conceptos asociados a la imagen de los anátidos.