En el rico mosaico de estilos artísticos creados por la sociedad portadora de la cultura tumbas de tiro, y asociados con determinadas zonas del extenso territorio donde se asentó, el que se denomina Comala es el que cuenta con la mayor abundancia y diversidad de representaciones de fauna, especialmente en formato escultórico, como el ave que vemos. Este estilo se asocia con el actual territorio de Colima, principalmente el valle de Comala; le caracteriza la síntesis de las formas, de ahí, la discreta bicromía en rojo sobre un engobe naranja, así como la lisura de la superficie, apenas interrumpida las incisiones lineales que marcan los ojos circulares, la que divide el pico y las que señalan las plumas de la cola. Otro rasgo característico de este estilo es la abertura cilíndrica que, como dijo atinadamente Beatriz de la Fuente, se integra perfectamente en la composición; en esta escultura se encuentra en la parte superior de la cabeza y tiene la apariencia de la cresta del ave; no es una abertura recta, sino que el borde desciende sutilmente hacia atrás; dicha abertura que semeja una vertedera es un rasgo estilístico que formaba parte de las convenciones básicas de los ceramistas de la zona, y no se trataba de un elemento efectivamente funcional. Hasta ahora no se ha comprobado si este tipo de obras manufacturadas como volúmenes huecos sirvieron como contenedores, por tanto, no es del todo correcto clasificarlas como “vasijas efigie”, sobre todo porque lo que domina en ellas es la apariencia figurativa, muy distante de las formas usuales de los recipientes.
La síntesis formal de esta escultura aviforme muestra un espléndido modelado que destaca partes elementales de la especie: sobresalen las alas, un abultamiento en el cuello, se marca la cola y los dedos separados de las patas palmeadas, rasgo que la identifica como acuática. Lo palmeado consiste en membranas que unen sus dedos y aumentan la superficie de las patas, lo que les permiten nadar y bucear con fuerza y velocidad y, asimismo, caminar por superficies poco estables sin hundirse, como en humedales y playas arenosas. A esto último nos remite la posición en pie del animal.
Es probable que se trate de un pato de la especie Aythya valisineria, conocida en México como coacoxtle, del náhuatl cuacoztli, y cuyas otras denominaciones son lomiblanco o porrón de lomo cruzado. De acuerdo con la información ornitológica, este anátido se reconoce por un largo perfil inclinado tipo “rampa de ski” que une la cabeza y el pico. Se dice que el coacoxtle es la especie de pato buceador más abundante de América del Norte; bucea para alimentarse e ingiere principalmente las bases y las raíces de las plantas que crecen bajo el agua, en el fondo. Su designación específica valisineria se refiere al nombre técnico de una planta acuática silvestre que se encuentra entre sus alimentos preferidos. Otras especies que acaso representa la imagen son el pichichi y el pinto
Debido a que los patos y las palmípedas en lo general son aves acuáticas, viven en el agua la mayor parte del tiempo. Algunas habitan en lagos, canales, lagunas y ríos, uno de los hábitats más frecuentes es el humedal, que es una zona plana con una superficie que se inunda de manera temporal o permanente, originando un ecosistema híbrido entre el medio terrestre y el acuático. Este tipo de ambientes era en extremo abundante en la región Occidental durante la etapa antigua. Cabe subrayar que los patos son aptos para hidroplanear, para lo cual levantan parte de su cuerpo del agua remando con las patas; tales movimientos generan fuerzas que les permiten vencer la gravedad y alzar el vuelo. En esta capacidad de transitar inmediatamente del ámbito inferior acuático al superior celeste residen sus principales valores simbólicos en la cosmovisión mesoamericana. Es el ave que representa el viento, un elemento inframundano, cuya naturaleza también es acuosa; el viento que generan los patos atrae hacia arriba las aguas.