A pesar de su falta de aplanamiento, característica por excelencia del conjunto escultórico conocido comúnmente como “hachas” veracruzanas, esta cabeza esculpida en piedra presenta dos de los rasgos esenciales de estos objetos: la cresta sobre la frente y la muesca angular en la nuca. En esta pieza, la “cresta” toma la imagen de una cabeza zoomorfa, presumiblemente un jaguar, con dos largas volutas saliendo de la boca a modo de lengua o colmillos. Un segundo par de volutas conforman el arco superciliar y se enrollan en el extremo para simular las orejas. Como es habitual en las lacerías del complejo yugo-hacha-palma, estas volutas presentan una línea doble en uno solo de los bordes, un gesto que se repite en las orejas de la cabeza humana. Cada uno de los lóbulos lleva una perforación que podría haber recibido alguna incrustación de otro material. Alrededor del jaguar, a modo de tocado o yelmo, se despliega una superficie reticulada.
Tatiana Proskouriakoff planteó que el prototipo de formas tardías, como el hacha y la palma, se hallaba en las cabezas de piedra distinguidas por llevar una saliente o cresta sobre la frente. Estas cabezas pueden estar ligeramente aplanadas o mostrar una anchura plena como la presente escultura. La misma autora menciona que estas cabezas remiten más a las hachas procedentes de Oaxaca que a las de Veracruz, entre las cuales publica una cabeza de jaguar. De hecho, la pequeña cabeza de jaguar que toma el lugar de la cresta, presenta un espesor que disminuye conforme se aproxima al frente, evocando el borde afilado del hacha convencional. Sustentando de algún modo la hipótesis de Proskouriakoff, esta interesante pieza demuestra que el aplanamiento tardío de las hachas podría responder a una especie de inversión de la parte en el todo.
Completa la iconografía de esta escultura, la depresión en forma de banda vertical que atraviesa los ojos y se tuerce en ángulo recto al nivel de la nariz. Este elemento nos remite inmediatamente a la imaginería olmeca, y, en especial, al personaje definido por David Joralemon como el dios VI, anteriormente asociado a Xipe Tótec por Michel D. Coe. En el arte olmeca, la banda también puede adquirir la configuración de un perfil de “ser-jaguar”, como la máscara de Arroyo Pesquero y dos figurillas de jaguar procedentes de Necaxa, Puebla y de la Mixteca oaxaqueña. La aparición de esta banda también podría sugerir su posicionamiento temprano dentro de la seriación temporal de las hacha veracruzanas. No obstante, también encontramos esta banda angulada sobre hachas planas asociadas al Clásico tardío (como la famosa cabeza con tocado de pez del Museo Nacional de Antropología). A pesar de la dificultad de ubicar esta pieza en tiempo y espacio, podría haber sido realizada antes del siglo VII, inclusive, fuera del Veracruz central, sobre una tradición visual que remite más a las máscaras y otros objetos olmecas, que a aquella que impuso posteriormente la cultura de El Tajín.