Esta pequeña cabeza descarnada, labrada sobre una piedra volcánica, constituye un ejemplo elocuente de nuestras limitaciones al clasificar el complejo escultórico yugo-hacha-palma en grupos excluyentes. La composición espacial de esta pieza se halla situada a medio camino entre las hachas típicas, expresamente planas, y una tipología caracterizada por representar cabezas con una prolongación superior a modo de cresta y un elemento alrededor del cráneo en forma de halo.
Aunque la presente pieza todavía posee una anchura cercana a la proporción humana, ya desarrolla una fuerte inclinación al aplanamiento lateral, acentuada por la cresta y el prolongado hueso nasal. El “halo” ha desaparecido casi por completo, tan sólo sobrevive como una banda que sobresale ligeramente en torno al cráneo. Como menciona Tatiana Proskouriakoff, las cabezas de piedra con halo y cresta parecen estar relacionadas más con hachas procedentes de Oaxaca y Guerrero, que con aquellas del centro de Veracruz, entre las cuales publica algunas cabezas de grandes cavidades oculares y crestas muy semejantes a la de este museo. Sugiere que estas cabezas representaron formas prototípicas que posteriormente devinieron en las peculiares hachas y palmas del Clásico tardío. En efecto, así como podemos encontrar un rasgo potencial del hacha planimétrica en la pronunciada cresta, también es posible rastrear el amplio abanico semicircular de las palmas a partir de una expansión excesiva del halo. Debido a su configuración espacial “intermedia”, es posible que este objeto represente uno de los tipos tempranos realizados en torno al siglo VII.
En la parte posterior aparece una gran muesca en ángulo obtuso, rasgo distintivo de las hachas. El área alrededor de esta muesca se haya notoriamente deteriorada en comparación al resto de la superficie escultórica, la cual sí fue pulida con esmero. Esto confirma la posibilidad de que esta área sirviese como superficie de montaje para sujetar el hacha sobre alguna estructura arquitectónica. Al igual que otras hachas descarnadas, este objeto presenta algunas cualidades que le otorgan una distintiva plasticidad. Lleva los huesos malares sumamente prominentes. A los lados se representaron las fosas temporales como una profunda cavidad labrada con taladro. Los huecos oculares también parecen haber sido elaborados con un taladro del mismo diámetro, cuyas aristas fueron posteriormente rebajadas y matizadas. Muestra numerosos restos de pigmento rojizo.
El hecho de ser un cráneo podría estar relacionado con el uso funerario al cual han sido asociados estos objetos. Sin embargo, sabemos que también desarrollaron diversas imágenes imposibles de vincular a este complejo simbólico. Por lo tanto, es más adecuado no forzar esta posible función con su iconografía y concebir la representación descarnada como otro de los tantos recursos de los que se sirvió el escultor para construir una significación con medios plásticos. En este caso, la descarnación dio pie a un apreciable juego de contrastes volumétricos entre concavidades y convexidades que otorgan valor a este objeto, no sólo por su función ritual, sino por la capacidad de cargar y transmitir conocimiento a través de un lenguaje puramente visual.