Figura de pequeñas dimensiones esculpida en piedra que representa a un personaje masculino sentado en posición oriental. Pese la erosión que el paso del tiempo ha producido en la figura, se pueden apreciar detalles que arrojan información importante del individuo representado, especialmente del rostro que, como es habitual en las imágenes del Clásico tardío, sigue los cánones estandarizados del arte maya de ese período.
El rostro se alarga y retrae por la modelación cefálica tabular oblicua del cráneo. Los ojos son rasgados y están huecos, aunque en su tiempo pudieron haber tenido una mirada más humana si estuvieron formados por concha y obsidiana. El personaje presenta un adorno vertical que se colocaban los señores de alto rango de la región del Usumacinta entre la glabela y la frente, que alargaba la nariz, pronunciando y exagerando su tamaño hacia arriba.
La estilización de la nariz se marca más por el recogido del cabello, que se eleva hacia adelante desde la parte superior de la coronilla. El cabello, peinado en mechones, se recoge hacia adelante con una cinta que lo envuelve, el resto del cabello cuelga en mechones por la nuca, mientras que en el contorno del rostro, el cabello esta cortado de forma escalonada, cayendo por la parte delantera de las orejas. Este tipo de corte de pelo fue habitual durante el Clásico tardío, en especial en las regiones de Palenque, Usumacinta y el Petén, tanto campechano como guatemalteco. Los lóbulos de las orejas están perforados, probablemente porque iban adornados con orejeras de jadeíta.
La boca cerrada parece que se diluye en labios que se alargan hacia los laterales, en realidad son escarificaciones diseñadas en la comisura. Las escarificaciones, junto con la pintura corporal, formaban parte del concepto estético de los mayas. Se realizaban efectuando pequeñas cicatrices en la piel o incorporando pequeñas piedritas dentro de ésta, con las que lograban el relieve del diseño deseado. Muchas de estas escarificaciones las lucían los guerreros, tal vez formaban parte de los ritos de paso para alcanzar los cargos y rangos más altos dentro de la milicia maya.
Los brazos, pese a que el derecho está en parte desaparecido, reposaron con las manos abiertas sobre las piernas dobladas y cruzadas. Su ademán es como si estuviera sentado con gran respeto y solemnidad, posiblemente ante un gran dignatario.
Esta pequeña escultura se observa fragmentada y pegada en la parte del recogido del cabello y su brazo derecho.