Una de las representaciones más emblemáticas y representativas que ha caracterizado a la zona de la Costa del Golfo es la de las caritas sonrientes, cuyo mensaje de expresividad es uno de los más singulares en Mesoamérica.
Estas figurillas presentan una distribución espacial focalizada entre los ríos Blanco y Papaloapan, principalmente en los sitios de Nopiloa, Dicha Tuerta, Los Cerros y El Zapotal dentro del actual municipio de Tierra Blanca; de igual manera, y aunque en menor cantidad y calidad, se han hallado en la parte norte de esta región hasta la cuenca del río Actopan, así como en el sitio de Remojadas en la cuenca del río Jamapa, en los sitios de Plaza de Toros, Cotaxtla y Atoyaquillo en la cuenca del río Cotaxtla y hacia el sur en el sitio de Tres Zapotes en Los Tuxtlas (Daneels, 2012).
Además de su expresión facial, las caritas sonrientes sobresalen por sus tocados que muestran una diversidad de representaciones entre las que destacan las garzas, los peces, colas de monos que se manifiesta a través de una vírgula o espiral, los entrelaces, las volutas y las serpientes emplumadas (Daneels, 2012; Reyes, 2014). También destacan, en aquellas que han sido encontradas completas, las palmas de las manos levantadas al frente, interpretadas por algunos investigadores como una manifestación de oración y adoración (Beverido, 2007: 54). Aunque las figurillas que aquí se muestran sólo presentan su cabeza, también han sido halladas con el cuerpo completo. La mayoría fueron manufacturadas bajo la técnica del moldeado, aunque también hay algunas modeladas; respecto a estas últimas, se hicieron con un molde completo (tanto cabeza y cuerpo), así como en partes que posteriormente fueron ensambladas (Reyes, 2014).
Respecto a su asociación con alguna deidad se han dado diferentes propuestas, entre las que destacan aquellas vinculadas con las deidades de la danza como Macuilxóchitl y Xochipilli (Ladrón de Guevara, 2012). Las principales actividades en las que se les han relacionado son la música, es decir, como instrumentos musicales pues parecen haber fungido como silbatos y sonajas, mismos que pudieron haber sido empleados en ceremonias de carácter ritual, de igual manera formaron parte de algunas ofrendas. Sin embargo, el uso de estas figurillas en general, dependió del contexto arqueológico en el que fueron localizadas: en vertederos, que corresponden a grandes concentraciones de material situados en las orillas de los montículos principales y que es el contexto en el que más se han hallado, ofrendas de construcción de edificios principales, como ofrenda funeraria, ofrenda acuática, rellenos de construcción de unidades domésticas y montículos principales, así como en basureros domésticos (Reyes, 2014).
Las cuatro piezas aquí expuestas, además de poseer ese gesto característico y tan expresivo que es la risa, presentan deformación craneana. Su boca está entreabierta y se distinguen los dientes superiores. Como parte de sus ornamentos, presentan orejeras circulares, además sus tocados y los adornos colocados en la parte frontal del rostro son variados: uno (fig. 24) presenta un mechón de cabello en el centro con dos bandas semicirculares situadas en ambos extremos; dos (figs. 23 y 35) tienen una espiral o vírgula que sale de un costado de la cabeza y llega a su parte central, uno de ellos además presenta una incisión vertical en el extremo opuesto de donde sale la vírgula, y la otra figurilla porta un mechón de cabello que sale de la parte central del cráneo y termina en el extremo opuesto de la vírgula; por último, el otro tocado (fig. 22) representa una serie de volutas.
Las cuatro figurillas están huecas. Tres de ellas tienen el cuello fragmentado, lo que pudiera indicar que presentaban también cuerpo y no solamente estaban compuestas por el rostro, además dos muestran pequeñas perforaciones en los laterales superiores por lo que probablemente fueron utilizadas como colgantes.