Desde sus orígenes, las culturas mesoamericanas tuvieron una especial relación con la fauna y flora que les rodeaba. En los animales, además de encontrar una provechosa fuente de proteínas o bien, la materia prima para elaborar diversos objetos, identificaron rasgos propios de las deidades que veneraban. Y no sólo esto, sino que incluso la relación era aún más estrecha pues cada día del calendario adivinatorio – el tonalpohualli – era nombrado por un animal, incluido aquel que aquí nos interesa, el mono. De tal forma que las características de cada uno de estos seres influían en la personalidad y el destino de los humanos. Las complejas dimensiones de convivencia entre hombres y animales se expresaron en múltiples representaciones en cerámica, piedra, concha, códices, mitos y otras manifestaciones culturales.
En los antiguos territorios del área cultural mesoamericana, los monos (especialmente aquellos de la Familia Atelidae, conocidos comúnmente como mono araña y mono aullador) habitaban las densas selvas, particularmente de los territorios del sur de México y en Centroamérica. Estos animales se vinculaban a un mito sobre el origen del cacao, entre los pueblos mayas; mientras que, en los mitos sobre el origen de la humanidad entre los pueblos del centro de México, los hombres primigenios fueron transformados en peces, guajolotes y entre otros animales, en monos al final de cada época cósmica, cuando los dioses provocaban cataclismos para limpiar el mundo de estos seres que no los adoraban como querían.
El caso particular de la pieza que aquí nos ocupa, se trata de una olla efigie zoomorfa probablemente representando un mono araña, de cuerpo globular curvo-convergente, boca circular, cuello curvo-divergente con borde redondeado, y base y fondo planos. Tiene un asa vertedera vertical cilíndrica recta en la parte posterior y que corresponde a la cola del mono. Sus extremidades, que fueron añadidas mediante aplicaciones en pastillaje, están flexionadas, por eso lo observamos sentado con las manos sobre los pómulos de la cara.
Su cabeza fue modelada, y mediante pastillaje se elaboraron sus ojos, cuyos iris se marcaron con una incisión circular. Sus cejas y su nariz fueron fabricadas mediante barro modelado. En los lóbulos de las orejas presenta orejeras con restos de engobe rojo, indicando la importancia de estos objetos decorativos. Sobre su cuerpo y parte de la cabeza se aplicó engobe crema, aunque se pueden percibir unas nubes de cocción negra en las partes laterales del cuerpo de la olla. La pieza que sirve como vertedera se anexó al cuerpo mediante un puente que la une con el cuello. Sus pies presentan incisiones mostrando seis dedos en ambos, y en las manos se hicieron cuatro incisiones mostrando cinco dedos.
Se resalta la expresión en la cara del mono, que parece de asombro, aunque con más detalle notamos en su boca dos incisiones que podrían haberse hecho para señalar sus dientes o bien su lengua, acaso en un gesto más bien burlón o amenazador. También vale la pena señalar que en el rostro del animal no está del todo pulido, y que las secciones que se encuentran solamente alisadas pudieran haberse hecho así para diferenciar la textura entre el pelaje de estos animales y la piel sin pelo que rodea los ojos y la boca.