Las piedras con tonos verdes como el jade, la serpentina y la turquesa fueron muy importantes en Mesoamérica. Desde el Preclásico medio (1200-400 a.C.) los grupos olmecas las usaron para expresar la jerarquía de sus gobernantes, quienes ostentaban rasgos particulares: se plasmó un ceño fruncido, los ojos almendrados con un ligero estrabismo, la nariz chata y la comisura de los labios hacia abajo, como si estuvieran gruñendo. Todo ello generaba un tipo de gesto ligado al poder, el cual se acompañaba por una silueta que buscaba recrear, de forma natural, el cuerpo humano.
Uno de los cambios fundamentales que se dio en Mesoamérica fue en el periodo Clásico (200-600 d.C.), cuando Teotihuacán se convirtió en la primera ciudad de grandes dimensiones. En esta urbe se gestaron nuevas ideologías y como consecuencia de ello, las representaciones artísticas también se modificaron. Así, comenzamos a ver una abstracción en las formas, los rostros dejaron de tener expresividad y se utilizaron más las formas geométricas. Estas características las vemos en la presente pieza.
La pieza 929 es una máscara de piedra verde de forma oblonga. Con desgaste se marcaron las cejas de forma recta, inclinada. Los ojos se crearon con una concavidad en la piedra en las cuales se incrustó un pedazo de concha que genera una forma almendrada. La nariz es chata, poco prominente y se marcan las aletas con incisiones y en la parte inferior tiene dos pequeños huecos que representan los orificios nasales. La boca en la parte inferior únicamente es simulada con una línea incisa. Por último, a los lados de la cabeza, características de las esculturas teotihuacanas, nos muestra unos rectángulos a manera de orejas.
Llama la atención que el tamaño no corresponde con una máscara que se utilizara cubriendo un rostro, y si miramos con más detenimiento podremos notar que en la parte superior se encuentran dos orificios, lo cual indica que se utilizaba como un colgante. Esto, a su vez es corroborado ya que se han encontrado figurillas de cerámica donde los personajes portan colgadas mascaras a manera de pectoral.
Dos rasgos más llaman la atención: primero, la forma de pala que se encuentra en la parte posterior, nos indica la posible reutilización de otra pieza que se modificó para crear este rostro. El siguiente elemento es la presencia de pequeños fragmentos de cinabrio, lo cual evidencia su carácter fúnebre. Esto se puede ver en distintas tumbas a lo largo de Mesoamérica, quizá, uno de los ejemplos más conocidos es el de las tumbas mayas, donde se encontraban los gobernantes ataviados con piezas de jadeíta y recubiertos de cinabrio. De un contexto semejante debió de proceder esta pieza.