El papel de las aves en las culturas mesoamericanas ha sido un tema de estudio que cobra cada día mayor importancia en la arqueología. La variedad de pájaros que fueron utilizados en contextos domésticos o rituales es un indicador del interés de las sociedades indígenas por la obtención de distintos productos como plumas, carne e incluso huesos de estos animales para diferentes objetivos.
En el caso de las plumas, estos materiales se usaron para elaborar hermosos atuendos, adornos y penachos que eran portados por gobernantes, hombres y mujeres de mayor estatus social y político. Incluso, los artistas de las plumas, los llamados amantecas, fueron muy apreciados ya en la sociedad novohispana, y se les encargaron numerosos trabajos para representar santos y figuras importantes de la religión católica que hoy día adornan museos y recintos históricos, tanto en México como en España.
La pieza que aquí se presenta es una representación en miniatura de un pájaro, que bien podría identificarse como un perico, por la forma de su pico y otros rasgos. Aunque la tipificación resulta difícil, porque se observa una cresta y un pliego de piel que cuelga de su cuello, es un ejemplar perteneciente a la Familia Psitácida. La posición de sus pies, la disposición de su cuerpo, así como las plumas que forman su cola permiten hacer esta identificación.
Respecto a la importancia que tenían estas aves entre los indígenas, sabemos hoy en día que las rutas por las que transitaban los comerciantes o pochtecas durante el Posclásico tardío, para mover sus mercancías, las plumas incluidas, eran dos. Una de Tenochtitlan hacia Tochtepec, y de ahí en dirección hacia el Soconusco y la costa del Pacífico, o bien hacia Xicalanco, en la actual Laguna de Términos. A este puerto comercial llegaban productos de las regiones de Honduras y del Caribe. Precisamente era de Honduras, que además se conocía como “la tierra de las plumas y el cacao” de dónde venían distintas especies de pericos que después serían utilizados para criar nuevas aves y para dotar a los amantecas de sus bellas plumas para elaborar mantas, huipiles, rodelas y otros adornos usados por los hombres y mujeres más poderosos de la sociedad indígena.
Esta figurilla fue modelada en barro color crema y la recubre un engobe color rojo-café. Sus alas, ojos y crestas se añadieron por medio del pastillaje, y se hicieron incisiones para dar forma a las garras, el iris de los ojos y las cejas. El pico se realizó con dos piezas de barro separadas añadidas posteriormente, y así se logró dar la curvatura precisa del pico. La cola fue elaborada con un fragmento de barro color crema moldeado.
Llaman la atención dos elementos: la cresta que presenta en la sección superior de la cabeza y lo que parecen ser dos pliegues o plumas que cuelgan de su pecho. Esto le da características que podrían definirse como galliformes, aunque también, si comparamos esta representación con las de los cozcacuauhtli (o buitres) en algunos códices, encontramos el elemento de la cresta y los pliegues presentes. Dicho tipo de representación un tanto híbrida no es común entre las representaciones de aves, sin embargo, estos elementos que podrían confundirnos, bien pudieron ser soluciones propias del artesano que la elaboró.