La Arqueología, desde sus comienzos en el siglo XIX, ha visto en el “objeto” la principal fuente de información para conocer el pasado, pues se ha pensado que éste refleja las ideas y costumbres de una sociedad. Pero también se afirmó que cualquier cambio en un material mostraba, al mismo tiempo, una transformación en la sociedad a la cual pertenecía.
Esta sencilla premisa fue muy útil para conocer la Historia de aquellas sociedades de las cuales no tenemos registros escritos. Pero, también abrió la posibilidad de conocer la historia de los objetos, es decir, ver la biografía de un objeto. Apreciar en el material tanto a la sociedad que lo creó, como la manera en que fue desechado, recuperado y modificado su significado. En este sentido la pieza 1507 nos muestra un proceso de recuperación muy específico y, hasta cierto punto, común a inicios del siglo XX.
Para iniciar, la forma de la pieza es característica de las figurillas “tipo galleta”, de las cuales la colección del Museo Amparo posee excelentes ejemplos. Estas figurillas fueron realizadas en el Posclásico tardío (1250-1521 d.C.) y se identifican por su elaboración en molde, una abstracción de las formas, una capa de estuco y una pintura que contornea y detalla los elementos del molde. En el caso de esta pieza, se presenta a una mujer de pie. Sabemos que fue elaborada por molde debido a que la figurilla sólo tiene en la parte frontal la representación, a grandes rasgos, de las partes del cuerpo. En la zona de atrás se aprecian digitaciones que evidencian la presión por parte del artesano para que, en la arcilla, que había colocado en el molde, quedaran impresas todas las formas.
El rostro de la figura es apenas simulado, con dos concavidades simulando los ojos, una nariz prominente y una boca entreabierta que deja entrever unos dientes finamente detallados. En la parte inferior de la cabeza se aprecian dos orejeras circulares, cada una de ellas con un orificio en la parte central y en la parte superior se colocaron por medio del patillaje dos tiras de arcilla, una a cada lado, que en la parte de atrás se enciman hasta colocarse del otro lado de la cabeza, simulando el peinado de mariposa típico de las mujeres mexicas y que se continuó utilizando por muchos grupos del sur de los Estados Unidos hasta inicios del siglo XX. La región del torso y de los pies está representado por medio de un rectángulo liso que homologa las formas. Solamente tres elementos sobresalen de este rectángulo: dos formas convexas en la parte superior, que simulan los senos de la mujer; dos orificios que identifican que esta pieza también se usaba como colgante; y por patillaje se colocaron dos tiras de barro, aplanadas en sus extremos que simulan los brazos y las manos, de las cuales el dedo pulgar es representado aparte con un pequeño trozo de arcilla. En la parte inferior, se colocaron otros dos rectángulos de arcilla, con una ligera inclinación y un tercer rectángulo se colocó en la parte inferior, utilizándose las tres formas rectangulares como soportes trípodes.
La presencia de los huecos en las orejeras, el fino detalle para delimitar los dientes, la presencia de las manos y el cabello que sobresale de lo plano de la pieza, nos muestra un trabajo delicado, bien hecho, digno de uno de los mejores artistas de su época, ya que todos estos elementos son integrados a la forma plana de la obra.
Lo que llama la atención es la lisura de la pieza. No presenta grandes superficies de estuco como otros ejemplos. En ella, el barro se presenta en su estado natural, reflejándonos, quizá, que únicamente se coció, pero nunca acabó de decorarse, es decir, es una obra incompleta, inacabada. Pero, si nos detenemos a observar detalladamente podemos ver minúsculos restos de pigmento azul en el cabello, en el collar y el brazo. Pero ¿qué nos indican estas pequeñas huellas de policromía? Estos vestigios de color son indicios de que la pieza se encontraba completamente pintada a semejanza de las piezas mexicas, y esta policromía se perdió al momento de ser descubierta, y antes de ser incorporada a la colección del Museo Amparo. Esto es debido a que la gran mayoría de las piezas al momento de su descubrimiento salen con concreciones de tierra, las personas piensan que lo más fácil es lavarlas con agua, pero como la capa de estuco no está integrada a la pieza, en el instante que toca el agua comienza a disolverse y, si para quitar la tierra se ocupa un instrumento para tallar, esto significa irremediablemente la perdida de la decoración, como ocurrió lamentablemente en esta pieza.
Así, esta pieza es un contenedor de historias que nos muestra la destreza de un artista que creó una pieza novedosa y más detallada que las de sus contemporáneos. Pero también nos muestra cómo el rescate y lavado de la pieza, al no haber sido hecho por un profesional, borró las decoraciones y con ello, los datos que nos permitirían hacer una más detallada descripción e identificación de esta figurilla femenina.