Las vasijas con efigies antropomorfas o zoomorfas adheridas son los objetos característicos del arte zapoteco. Aunque se conocen como “urnas funerarias zapotecas”, porque se han encontrado comúnmente en las tumbas, no se han detectado evidencias de que contengan cenizas ni huesos humanos dentro de ellas, ni tampoco sabemos su función en la sociedad zapoteca antigua, por lo tanto su nombre más adecuado sería “vaso-efigie” o un término todavía más general “vasija-efigie”, ya que la palabra “vaso” tiene connotación de ser el contenedor de un líquido.
Las figuras adheridas a la vasija pueden representar dioses o ancestros vestidos como deidades. Para los zapotecos, los ancestros son intermediarios entre los hombres y los dioses. La cultura zapoteca se caracteriza por sus particulares costumbres funerarias. En esa cultura se acostumbraba construir grandes tumbas debajo de los pisos de las habitaciones domésticas. Algunas de ellas, en la época de apogeo de Monte Albán, tenían una estructura tan compleja que incluso poseían unas antecámaras aparte de la cámara funeraria, una fachada elaborada con tableros y esculturas de altorrelieve, y las paredes con nichos, recubiertas de estucos y decoradas con pintura mural.
La mayoría de las tumbas fueron reutilizadas varias veces. Dentro de los sepulcros había ricas ofrendas de diferentes tipos de objetos y las vasijas-efigie son partes de éstas. Diferente de las piezas profusamente ornamentadas tanto en la vestimenta como el tocado, esta pequeña pieza lleva solamente una capa sencilla con collar de dos hileras de cuentas y orejeras redondas simples. Se trata del tipo de vasijas efigie llamado “acompañante” y suelen encontrarse en juego de 3 a 5 piezas de forma idéntica, posiblemente del mismo molde junto con una figura más elaborada y adornada o disfrazada de alguna deidad.
Su postura sedente con las piernas cruzadas y el tocado cónico son típicos elementos de este tipo de vasija-efigie. Los acompañantes, por su sencillez de ornamentos y la carencia de algún glifo, se considera que son representaciones de sacerdotes o de élites que acompañaban a la figura central.
Muchas vasijas-efigie están pintadas de color rojo con hematita o cinabrio. Este color se asocia con el culto a los ancestros, ya que no solamente a las vasijas-efigie sino también a varias partes en los sepulcros, tales como a los huesos de los muertos, a las ofrendas, a las estelas y a las paredes, se encuentran aplicaciones de pigmento rojo. La hematita es un mineral que abunda en Oaxaca y se ha utilizado frecuentemente en la pintura mural, mientras que el uso de cinabrio es muy simbólico, el cinabrio puro sólo fue aplicado en ciertas zonas significativas en algunas tumbas.