Entre las características de la cerámica mexica se encuentra la presencia de un engobe anaranjado, el cual en un inicio se utilizó con un tono obscuro casi rojizo y, conforme pasaron las décadas, poco a poco se fue aclarando, acercándose más a las tonalidades amarillas. Sobre el engobe se pintó una decoración negra que utiliza motivos geométricos; las líneas horizontales, inclinadas y punteadas, así como los círculos, se usaron creando distintas combinaciones sobre las paredes de las formas cerámicas. Este tipo de loza se empleaba en la vida cotidiana para contener, preparar y servir alimentos; aunque también se utilizaba en rituales y ceremonias.
Esta pieza presenta tres soportes almenados con cuatro líneas negras verticales ondulantes en cada uno de ellos. Tiene una base convexa, fondo cóncavo con un cuerpo con paredes recto-divergentes y un borde adelgazado. La decoración, como es típico en estos casos, se encuentra al interior de la vasija y fue realizada con una línea caligráfica que muestra la habilidad del ceramista. En el borde se encuentra una banda gruesa color negro que recorre toda la circunferencia de la boca de la vasija.
En las paredes se observa, en la parte superior, una banda compuesta por una línea horizontal, le sigue una línea punteada y posteriormente otras tres líneas horizontales. En la parte media de las paredes se pintó otra línea horizontal y una más en la parte inferior. En el fondo se encuentra un diseño que combina cuatro pares de bandas entrelazadas, simuladas cada una a partir de tres líneas. Así, en la primera mitad del fondo se plasmaron dos bandas horizontales que son interrumpidas por dos verticales, invirtiéndose dicho motivo en la parte superior. Esta combinación de bandas, y la manera en la que se entretejen estos diseños, recuerdan el trenzado de un petate. De igual forma, en cada una de las esquinas se pintó un círculo concéntrico que recuerda el diseño de un chalchihuite, motivo que se usaba para designar las cosas divinas y preciosas, así como los elementos relacionados con el agua.
La decoración de este tipo cerámico, en el cual muchas veces también se incluyen líneas inclinadas (zacate modificado), líneas onduladas y grupos de chalchihuites, se ha relacionado con la representación del lago de México y su entorno rivereño. Así, por medio de una abstracción de las formas, se inmortalizaba en la cerámica el estrecho vínculo que estas sociedades tenían con los cuerpos de agua, recreando su entorno en piezas de uso cotidiano.
Este tipo de cajetes eran comunes en todos los pueblos que tenían relación con Tenochtitlan, siendo un objeto frecuente en las excavaciones arqueológicas del Valle de México. La presencia de concreciones de tierra nos indica que se encontraba enterrado o en un basurero, idea que se refuerza con las tres fracturas que presenta la pieza y el desgaste que se halla en uno de los soportes y en la parte externa de las paredes.