Estas cuatro figurillas de la tradición Queréndaro comparten una clara herencia de Chupícuaro por el énfasis en los grandes senos y la región púbica. Las incisiones oblicuas en los ojos pertenecen a la variante de ojos en forma de diamante. También presentan el mismo cuerpo achaparrado y los brazos y piernas poco detallados.
Las piezas parecen haber salido de las manos de un mismo artista interesado en remarcar de singular manera las cejas: aplicó a la altura de la cara una masa de barro que aplanó cuidadosamente y recortó en forma de corazón a altura de la frente, subrayando así los arcos de las cejas.
Encima, aplicó pastillaje para la nariz, los ojos y la boca. Pero se esmeró en individualizar cada una de esas mujeres recreando con pintura blanca y roja, pastillaje e incisiones distintos peinados y collares. Sutil juego entre las normas de una tradición alfarera, firmemente establecida a lo largo de generaciones y la creatividad individual.