Con los pies firmemente plantados en la tierra, el personaje ostenta orgullosamente su feminidad. El modelado combina curiosamente realismo para los grandes pechos y pezones y esquematismo para el triángulo púbico, subrayado con profundas incisiones. Las piernas casi rectas dan pesantez a la figura, un pliegue marca las rodillas y los pies grandes ofrecen un firme asiento a la figurilla. Se detallaron cuidadosamente los dedos de los pies y las uñas en contraste con los brazos cortos y amorfos, que acaban con tres incisiones para sugerir los dedos de las manos.
En la parte trasera, casi plana, los hombros muy anchos acentúan la impresión de fuerza. La cara está enmarcada por el pelo partido con una línea mediana que tapa parcialmente grandes orejeras dobladas sobre sí. Ojos y boca son del tipo “botón”, una bola alargada de barro con dos profundas incisiones en ambos lados de la pupila y de la lengua. Un intenso bruñido del baño crema le da un fuerte brillo a la pieza.
En la cuenca media del Lerma y de los lagos de Michoacán y Guanajuato, la larga tradición Chupícuaro y su fase terminal Mixtlan-Morales, evolucionó en una expresión que alcanzó su auge en el Clásico temprano y es conocida como la tradición Loma Alta-Queréndaro. En ella, como se puede apreciar en esta figurilla, se aprecia tanto la marca de la antigua herencia como una gran creatividad y originalidad.