La diversidad cultural del Occidente mesoamericano es una materia ampliamente desconocida. El par de obras que vemos es testimonio de un desarrollo que, de acuerdo con las investigaciones de Isabel Kelly, tuvo asiento en la cuenca baja del río Armería, en una zona próxima al océano Pacífico y cuya temporalidad corresponde al período Posclásico, no obstante, más allá de un distintivo arte cerámico de producción relativamente limitada, casi nada se sabe de sus hacedores. En la bibliografía arqueológica relativa a Colima esta cerámica suele atribuirse a la “Cultura Nueva Tradición”, sin embargo el concepto es difuso, se aplica a los desarrollos posteriores al año 600 d.C. -es decir, los que siguieron a la cultura de las Tumbas de tiro- y abarca hasta el final de la época prehispánica. En este dilatado lapso existieron identidades culturales variadas, heterogéneas, a las que dicho término parece dotarles de una unidad o vinculación histórica que no tuvieron, es así que el término engloba lo ignorado.
En este marco, la producción artística se convierte en una fuente básica de conocimiento y su análisis estilístico aporta información objetiva. La denominación de estilo Periquillos deriva del nombre que Isabel Kelly dio a la fase en la que inscribe la realización de esta cerámica: Periquillos es una antigua hacienda y en la actualidad una colonia localizada en el municipio de Armería.
Según lo advierto, en el estilo Periquillos domina la figuración de seres humanos con los cuerpos aplanados, los ojos y la boca siempre se ven como hendiduras horizontales, la nariz es una gran proyección triangular dirigida hacia arriba que por lo general tiene un par o una serie de aplicaciones de pastillas a lo largo de las prolongadas aletas nasales; de frente destaca la parte de la nariz llamada columela. La misma Kelly distingue tres variantes, dos se presentan en esculturas y una en vasijas efigie. Abordaremos las escultóricas, que son volúmenes modelados en bulto y con los detalles limitados a la parte frontal.
A la primera variante le llamo líneas horizontales, como puede verse en el ejemplar del Museo Amparo se trata de figuras de pie, con cuerpos largos, sin piernas y con los pies y brazos-manos sugeridos, los orificios en los lóbulos de las orejas indican el uso de adornos hechos con materiales perecederos, las hendiduras en los brazos-manos remiten tanto a dedos como a brazaletes, el rostro y el cuerpo exhiben líneas rojas rectas y algunas onduladas.
La segunda modalidad, que denomino rojo liso, la apreciamos en la segunda escultura que atendemos; además del tratamiento pictórico le caracteriza que los hombres se modelaron sentados en cuclillas, los brazos se extienden, muestran brazaletes y las manos se posan sobre las rodillas, la cabeza tiene una banda y grandes orejeras circulares, a veces las orejas exhiben las perforaciones mencionadas. En esta variante estilística también se encuentran maternidades, en las dos variantes los senos abultados determinan la figuración femenina. Aun cuando no se ven genitales, infiero que se trata de individuos desnudos, en particular porque las líneas pintadas se ven por igual en rostro y cuerpo; como es tradicional en la escultura cerámica del antiguo Occidente, se trata de una desnudez ornamentada, ya sea con elementos modelados en barro o acaso con piezas exentas de otros materiales.
Las posturas estáticas y los ojos entrecerrados confieren a las piezas solemnidad, si bien las figuras ostentan rasgos caricaturescos. La extraña y llamativa forma de la nariz sin duda, responde al afán de adornarla como expresión del alto estatus de los individuos figurados, las pastillas en la nariz representadas pudieron estar sujetas como clip o por perforación. El sentado en cuclillas de las figuras masculinas tiene una larga tradición en el arte de la región occidental, se remonta al Preclásico medio y puede interpretarse como una convención para denotar una jerarquía elevada.