Esta pieza es muy representativa de cómo una figura simbólica que transmite una idea muy compleja puede perdurar largo tiempo y extenderse en un amplio espacio, pero cambiando de forma según las normas de cada época y cultura. Así, reconocemos el mismo tema de la mujer desnuda, parada y de doble cabeza, ampliamente tratado en el arte de Tlatilco, pero en una efigie producida un milenio después, en tierras michoacanas.
Comparando con la pieza de Tlatilco, se pueden reconocer los cambios formales, y con otras piezas de la colección, su pertenencia a la cultura de Queréndaro. El modelado de la cara es algo burdo. Los ojos están representados con dos profundas incisiones en ambos lados del óculo y los párpados por un filete que los contorna. El peinado es muy sencillo con el pelo suelto dividido por una raya en medio y dispuesto atrás de las orejas, las cuales ostentan grandes adornos en forma de disco perforado.
El tratamiento del cuerpo es esquemático. Se acentúa el pliegue bajo un vientre abultado y el sexo está indicado por una profunda ranura. En las piernas cortas se modelaron unas rodillas prominentes. Los dedos de los pies y de las manos son apenas sugeridos por un par de ranuras. Los brazos son simples muñones. De esa manera, el acento parece haber sido puesto sobre el estado de gravidez de la mujer. Sus senos están recubiertos por el amplio collar que adorna cada una de las cabezas del personaje. La variedad y complejidad de esos collares es lo que individualiza a cada una de las figurillas de Queréndaro tal como lo hacía siglos antes el peinado de las de Tlatilco.
El enigmático rasgo de este personaje de doble cabeza remonta a una larga tradición en la cual la dualidad se traduce también por una doble cara o por una cara con dos expresiones distintas como, por ejemplo, la de la vida y de la muerte. El simbolismo de este personaje de doble cabeza nos escapa pero nos recuerda que al esculpir esas pequeñas esculturas que a menudo acompañaban a los difuntos, y particularmente a las mujeres, la intención del o de la alfarera iba más allá de la simple anécdota.