Cholula tiene fama por su rica y fina cerámica desde tiempos prehispánicos; era un importante centro alfarero de conocido prestigio durante el Posclásico (900-1521 d.C.); esta tradición continuó en la Colonia y persiste aún en nuestros días. Una de sus producciones más admiradas es la cerámica polícroma prehispánica, por su apariencia tersa, lustrosa y elegante. Esta sofisticada cerámica, como la que podemos observar, es fruto de una tradición alfarera local muy antigua, del conocimiento de las propiedades de sus materiales y de la incorporación de sofisticadas técnicas foráneas, originarias del área maya, específicamente de una zona con estrechos vínculos comerciales con el Golfo, como es la costa de Tabasco y Campeche.
Los arqueólogos que han estudiado el desarrollo de la cerámica en esta gran metrópoli de Cholula han identificado que la aparición de la cerámica polícroma marca una nueva etapa en la historia de esta ciudad. Desde el período Clásico (200-650 d.C.), fue un punto estratégico muy importante dentro de las rutas de comercio que tenía Teotihuacán hacia el Golfo y sur de México. Desde entonces Cholula ya tenía una fina vajilla bruñida de excelente factura, pero carecía de pintura. Su aparición está vinculada con la llegada de nuevos grupos, al parecer olmeca-xicalancas, así como a la adopción de ideas estéticas originarias del área maya.
Estas finas vasijas eran productos suntuarios de uso exclusivo de las élites políticas y religiosas del Posclásico. Eran usadas en ceremonias de alta importancia en la red de alianzas políticas que se hicieron entre los linajes nobles nahuas y mixtecos a través del matrimonio.
Vasijas como la que se muestra en la imagen son el antecedente más temprano que tenemos de los códices y el testimonio más antiguo de una tradición estilística conocida como Mixteca-Puebla. Debido a su carácter duradero, estas vasijas son fuente de información de primer orden en cuanto a la formación de un estilo pictórico propio que fue cambiando de acuerdo a circunstancias históricas, lo cual se refleja en estas obras pictóricas.
No fue sino hasta fines de la novena centuria de nuestra era que apareció una cerámica polícroma cuya mayor virtud era la permanencia de la pintura y la decoración en sus paredes exteriores. Los alfareros de Cholula aprendieron de alguna forma la técnica cerámica maya que consistía en pintar las vasijas antes de su cocción.
En realidad, además de la técnica de cocción, otra innovación fue la aplicación de un engobe blanco/crema que mejorara la superficie rugosa del barro. Este engobe tiene componentes semejantes a la porcelana como el caolín. La técnica consiste en bañar con este engobe las piezas antes de cocer; después se someten a una primera cocción; una vez cocidas se bruñen y los pintores podían entonces dibujar y trazar las formas y figuras logrando que el pincel o el instrumento para pintar resbalara con soltura. Una mano maestra pintaba entonces sus paredes, quizá con la ayuda de un boceto previo para calcular el espacio.
A pesar de las formas redondas y curvas de esta vasija, es de admirarse la composición equilibrada, disponiendo las figuras de forma simétrica y ordenada. Se privilegian símbolos que son empleados con mucha frecuencia desde el Posclásico temprano (900-1200 d.C.). Cuatro bandas o registros horizontales se despliegan alrededor del cuello, el cuerpo ensanchado y semiglobular, hasta la base de la vasija. En el cuello, composiciones geométricas en torno a rombos dentados van flanqueados por bandas, las cuales hacen comparsa con las líneas diagonales que se dibujan paralelas a los rombos, formando equis que alternan el color crema y el café.
El cuerpo tiene adosadas, de forma simétrica, agarraderas con un orificio que dividen el espacio pictórico en seis cuadretes rectangulares sobre los que se representan figuras que ocupan todo el espacio disponible. En estos cuadretes están representadas cabezas de seres zoomorfos y/o mitológicos con complejos tocados de plumas. Series de plumas simplificadas se despliegan en la base, alternando diversas combinaciones de tonos desde el blanco al beige y café oscuro. Prevalecen los tonos tierra derivados de algún mineral ferroso que resiste altas temperaturas.
Este tipo de vasijas y los motivos representados en ellas son muy comunes en el período que los arqueólogos llaman para Cholula el Posclásico medio (1150-1350 d.C.), justo cuando se tiene documentada la llegada de los toltecas a Cholula.