Al contemplar estas dos piezas podemos reflexionar acerca de los diferentes modos en los que la figura de la mujer se representa en la tradición alfarera del Posclásico, a la vez que entendemos algunos aspectos del rol de la mujer en la sociedad de los nahuas del Altiplano Central en vísperas de la llegada de los españoles.
Estas dos figurillas nos hablan acerca de los aspectos de la vida cotidiana, específicamente de la mujer en el interior del hogar y de sus múltiples actividades: cocinar, tejer en el telar y bordar, cultivar una pequeña huerta, y posiblemente hacer cerámica y figurillas, quizás iguales a las que aquí vemos, aunque nuestra pieza es principalmente muestra de su labor más importante: la maternidad y el cuidado de los hijos.
Figurillas como las nuestras son propias del culto femenino y probablemente formaron parte de los rituales domésticos ligados a la fertilidad y a la salud, que eran dirigidos a las diosas femeninas como Toci y Teteu Inan, la diosa madre, quienes debían cuidar todas las actividades de las mujeres ligadas con el ciclo de vida de sus hijos.
Se trata de figurillas sólidas, de pequeñas dimensiones y muy simétricas, que fueron fabricadas para ser vistas de frente. En su manufactura se utilizó la técnica de moldeado. Así quedó impresa la figura en la arcilla suave cuando ésta fue presionada en el molde, y en el dorso quedaron las huellas de los dedos de quien la fabricó. ¿Por qué no imaginar que fueron los dedos de la misma mujer quien también le rindió culto?
Una vez secas, las piezas fueron extraídas del molde, a manera de una delgada plancha de barro y después de la cocción, fueron pintadas con un baño de color blanco que luce ahora polvoriento y efímero.
Nuestras dos figurillas son de diferente tamaño por lo que es evidente que no provienen del mismo molde. Fueron hechas para mostrarse y verse de manera vertical, se sostienen solas, y representan a una mujer que carga a un bebé. El rostro es esquemático, los rasgos faciales y físicos de la madre y de la criatura son estereotipados, debido a que se hacen con molde. La vestimenta de la mujer es una falda enrollada alrededor de la cintura, un tocado muy elaborado de telas, y su cabello entretejido con largas tiras de textil que le caen hacia los lados, mientras que la criatura viste un atuendo parecido.
La postura es frontal y está sentada en cuclillas mirando hacia adelante. Tiene las rodillas flexionadas y las piernas hacia atrás. La madre sujeta con ambas manos a la criatura, mientras descansa sobre sus piernas flexionadas.
Su actitud es de las más comunes en las figuras de mujer representadas en la tradición alfarera del Posclásico. En este caso su postura, cargando a su hijo, se vincula con su papel en el interior de la sociedad como portadora de la fertilidad. A menudo se le presenta también arrodillada moliendo frente a un metate, o de pie con los brazos extendidos y abiertos, es decir mientras prepara la masa de la tortilla para sus alimentos, o con un porte de gallardía, con las manos descansando sobre las caderas, pero una de las posturas más características de las figurillas es cargando a un bebé por lo que es evidente que el papel fundamental de la mujer era el de madre.