En nuestra escultura de piedra tallada en bulto redondo, donde se representa a la figura humana labrada en tercera dimensión y exenta de los elementos arquitectónicos, podemos reconocer fácilmente a un personaje que está de pie sobre un pedestal con las manos sobre el pecho. El rostro de la figura tiene los rasgos muy marcados: los ojos como si estuviesen mirando fijamente hacia adelante; nariz alargada y labios delgados e impasibles. El personaje viste un sencillo máxtlatl y va descalzo, aunque porta un tocado distintivo, ahora parcialmente destruido, que terminaba en punta y que ostenta formas laterales que representan papel plegado, a la vez que una simple nariguera.
Debido a las formas un tanto esquemáticas en el diseño del cuerpo, principalmente de las extremidades, nuestra escultura pertenece a un grupo estilístico cuyos orígenes se encuentran vinculados a la producción escultórica de la Huasteca, aunque igualmente se ha localizado en la ciudad de Tula durante la hegemonía de los toltecas, y que más adelante también se identifica en el estilo característico de algunas esculturas localizadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan.
Lo anterior es importante, aunque la procedencia de nuestra pieza es desconocida, pero por las semejanzas que comparte con las esculturas que se localizaron durante la excavación que se llevó a cabo en la doble escalinata de la tercera superposición del Templo Mayor mexica: ocho esculturas sobre la escalinata de Huitzilopochtli, a la vez que otras dos esculturas en la escalinata del lado de Tláloc, es evidente que nuestra escultura comparte una temática que se reconoce en Tenochtitlan, y que se encuentra íntimamente ligada a los mitos de los nahuas del siglo XVI, que nos refiere a la importancia de Huitzilopochtli, el dios tutelar de los mexicas en el siglo XVI.
Como indica el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma al referirse a la identidad y significado de las esculturas de piedra que fueron localizadas en el Templo Mayor y que presentan características muy semejantes a las de la nuestra, principalmente las manos cruzadas sobre el pecho, parece tratarse de una de las representaciones de los personajes que podrían ser imágenes de los Huitznáhuac, los cuatrocientos guerreros del sur contra los que luchó Huitzilopochtli en Coatepec cuando ellos y su hermana Coyolxauhqui intentaban matar a la Coatlicue, su madre, debido a que había quedado encinta luego de que una pluma que cayó del cielo se le metiera en el vientre mientras estaba barriendo el templo.
Huitzilopochtli venció a sus hermanos y a su hermana: a ella le cortó la cabeza y la arrojó al cielo donde se convirtió en la Luna, a la vez que a cada uno de sus hermanos les extrajo el corazón. Por tanto, para los mexicas, representaban deidades que eran las estrellas meridionales o representaciones de las estrellas del sur.
Todo lo anterior permite suponer que nuestra escultura no fue concebida a manera de una pieza aislada, sino que conformaba parte de una escenificación ritual que se localizaba en algún recinto ceremonial en el que periódicamente, posiblemente en la veintena Panquetzaliztli, se representaban los eventos que sucedieron en Coatepec, en un tiempo anterior a la fundación de Tenochtitlan, y en los que las esculturas como la que aquí tenemos tomaban un lugar prominente.