En las actuales ruinas de lo que fue Tula, en la pirámide principal que los arqueólogos llaman Edificio B, se utilizaron en la base de sus fachadas una gran cantidad de estelas que aluden animales en actitudes diversas. Algunos de los temas son alegorías de guerra y sacrificio, por ejemplo águilas devorando corazones. Éstos se representan de forma simbólica y siguiendo las convenciones de Cacaxtla y Teotihuacán. El águila es un animal que en la cultura náhuatl se asocia al sol, por tanto, esta imagen puede ser una alegoría del mito que tenían estos pueblos de alimentar al sol con corazones, para darle la energía que le permitiese salir al nuevo día. Se estableció una relación entre sacrificio y vida; la idea de pedirle beneficios a los dioses, conllevaba siempre un sacrificio del hombre para mostrar humildad y ser merecedor del favor de los dioses, ofrendaban la sangre, el líquido precioso, y el órgano vital, como partes del ciclo de su cosmos.
Los jaguares o pumas son otros animales que entran en escena. Es muy posible que sean alusiones de guerreros águila y guerreros jaguar como puede apreciarse desde Cacaxtla en las pinturas murales del Pórtico A. Puede tratarse de animales que además son considerados animales sagrados asociados también al poder, como el jaguar. En esta obra aparece la imagen de un felino, quizá un jaguar, por las orejas, sus fauces y la típica convención que se tiene desde Teotihuacán de representar las garras de estos felinos; sin embargo no se ven con claridad las motas que caracterizan tanto a este animal.
A diferencia de otras estelas en donde aparece este felino, en la estela que nos ocupa, su actitud es acechante; esta postura evoca al momento en que estos animales se disponen a lanzarse sobre su presa. Tiene una voluta que sale de su hocico, la cual sabemos se ha asociado con la voz, y por algunos elementos asociados a estas volutas podría también tratarse de la voz preciosa, el canto; o bien, el rugido de este animal.
Se observa una tendencia a la simplificación de la figura, sin perder sus rasgos naturales característicos, se asemejan bastante a esta tendencia estereotipada que suele verse en la tradición Mixteca-Puebla del Posclásico, sobre todo, ejemplos muy semejantes se pueden apreciar en los códices. Aunque en esta estela no se ven restos de estuco ni pintura, pues la pieza aparece muy desgastada, en algunos otros casos sí es posible apreciar este recubrimiento, lo que ha llevado a sostener que estos frisos formados por estelas eran policromados.
En Chichén Itzá, ciudad que sabemos tiene fuertes semejanzas con Tula, también solían utilizar este tipo de estelas. Aunque es importante enfatizar, en las de Chichén Itzá, que el estilo de representación tiende a ser más naturalista.